El gran negocio de la educación privada debe considerarse como el motor que impulsa el acelerado y desesperado impulso del regreso a las aulas.
Asistimos desde hace algunas semanas a un amplio debate acerca del próximo inicio del ciclo lectivo en Argentina. Este debate está fuertemente atravesado por dos posturas diferentes pero no necesariamente contrapuestas.
De un lado de la eterna grieta los que pregonan la importancia que los niños y jóvenes vuelvan muy pronto a las aulas y del otro los reconociendo lo irremplazable de la presencialidad, advierten acerca de los peligros del regreso de los alumnos en la actual situación de la pandemia y sin previamente haber vacunado a la totalidad del personal docente, directivo, administrativo y de maestranza de las escuelas y haber realizado las obras de mejora y adaptación de la infraestructura necesarias.
Si se lee cuidadosamente esta brecha entre unos y otros la diferencia finalmente está únicamente en el momento del regreso a las escuelas. El Pro, la Coalición Cívica, los Radicales y demás representantes de la derecha pro oligárquica y reaccionaria de nuestro país junto con los medios de difusión, grandes beneficiarios de las políticas ultra capitalistas del Macrismo y sus sacerdotes, los periodistas que funcionan a sobres y privilegios, intentan mostrar a los primeros como los grandes defensores del derecho a la educación y a los segundos proyectándose en contra de la misma, cuando su propuesta sólo pretende atrasar el comienzo de las clases hasta que se hayan creado las condiciones objetivas para evitar una mayor propagación de la pandemia.
Al respecto poco importa la opinión de los infectólogos, adquiriendo relevancia en cambio la de los expertos en propagación quienes predicen, en el caso de abrirse los colegios un muy importante incremento de la cantidad de contagios y muertes. Iniciar las clases sin haber vacunado previamente al personal y sin las adaptaciones necesarias de la infraestructura implica activar y multiplicar los factores de propagación.
Entonces ¿Por qué tanto entusiasmo del lado del lado de la derecha reaccionaria por comenzar la actividad escolar? ¿Aman tanto a nuestros hijos? Les preocupa tan seriamente la formación e instrucción de niños y adolescentes? A todas estas preguntas respondería con un rotundo NO. ¿Qué mueve entonces a tanto interés por la educación? Las respuestas deben ser buscadas en otras razones.
En nuestra Nación funcionan actualmente 15.090 colegios privados a los cuales asisten regularmente 3.489.551 alumnos. Esto representa un negocio calculado en principio de cerca de U$ 9.000 (1) millones anuales. Esta fenomenal recaudación coloca a la educación privada entre las actividades más relevantes de nuestro país por el volumen de dinero que maneja. Esta recaudación estimada no incluye las denominadas actividades extracurriculares las cuales más caras y frecuentes son cuanto más alto es el arancel cobrado por el Colegio. Estas actividades por su propia definición no forman parte de la curricula oficial, sin embargo los responsables de implementarlas las convierten en obligatorias y fomentando que aquellos que poseen la solvencia económica para realizarlas les hagan saber de su desprecio a los menos afortunados que por dificultades diversas no pueden llevarlas a cabo.
La magnitud del negocio se acrecienta y toma una nueva relevancia cuando se considera el nivel de rentabilidad que estas empresas tienen y en particular la increíble plusvalía que extraen analizando la brecha entre lo que cobra el personal, tanto docente como no docente y las cuotas, en muchos casos siderales que deben abonar las familias de los alumnos.
Según cifras difundidas públicamente el nivel de morosidad, es decir de padres que están atrasados con el pago de las cuotas es del 61 % (2) y según nuestras fuentes más confiables es del 70 %. Estos porcentajes están referidos a la deuda acumulada en relación con el pago del arancel correspondiente a lo largo de la cuarentena.
Para que los alumnos puedan matricularse en el ciclo lectivo 2021 previamente sus padres, tutores o encargados deben poner al día sus deudas con la institución, ya sea al contado o asistiendo a planes de financiación. Entonces la verdadera preocupación de ciertos sectores es volver a poner en funcionamiento uno de los más lucrativos negocios creados por el capitalismo local: la Educación Privada. Esta está conformada por una oferta educativa que además de cobrar en muchos casos exorbitantes cuotas totalmente fuera de cualquier regulación, (los aranceles oscilan entre$ 450 y $ 40.410 por mes) reciben además importantes subsidios por parte del Estado para su funcionamiento que como promedio alcanzan al 70 % de los establecimientos privados y que están destinados a pagar total o parciamente la plantilla de personal. Además de este privilegio, las escuelas privadas no pagan IVA, ni ganancias y en muchos casos tampoco aportes patronales, lo cual eleva considerablemente aquellos subsidios percibidos en forma directa por estos últimos de carácter indirecto.
Si no se reanudan las clases no hay obligación de pagar las cuotas y en los directorios de las empresas educativas, distintos a la conducción académica, se ocultan hombres y mujeres poderosos de nuestro país que de tal manera ven erosionados sus negocios.
Dos cuestiones accesorias más del orden de la Economía Política: En primer lugar la magnitud de los subsidios. Estos representan alrededor del 1,56 % del PBI. En tiempos de encendidos debates acerca del déficit fiscal una reducción parcial o total de los mismos constituiría un significativo aporte a las cuentas públicas o una oportunidad inmejorable para aplicar esos recursos a causas más nobles.
En segundo lugar, dependiendo del arancel cobrado por la institución entre uno y tres alumnos pagan con su cuota el sueldo bruto de un docente. Llamativamente los docentes de colegios privados, uno de los sectores más esclavizados de la economía argentina, no tienen y lo que es peor nunca se han planteado ni participar en la conducción empresaria de las escuelas privadas ni mucho menos alguna forma de participación en las ganancias. Por el contrario “carnerean”, salvo muy honrosas excepciones toda medida de fuerza legítima que sus colegas de la Educación Pública llevan adelante. Por otra parte si se pretende entender o enseñar en un nivel muy elemental el concepto de plusvalía se puede relacionar cuánto cobra un maestro por su trabajo, el cual apenas le alcanza para su propia reproducción, y cuánto ganan sus patrones por la tarea que realizan.
En conclusión: el gran negocio de la educación privada debe considerarse como el motor que impulsa el acelerado y desesperado impulso del regreso a las aulas.
Notas
1. (2) Las cifras estadísticas corresponden a elaboración propia en base a información suministrada por el Ministerio de Educación de la Nación, DIGEP, CONSUDEC y Colegios Privados seleccionados.
– Luis Yanes es Geógrafo, Profesor Titular de Análisis Espacial, Departamento de Geografía. UBA.
Por: Luis Yanes.