San Sadoth, obispo y compañeros mártires. 20 de febrero, 6 de abril y 19 de octubre.
Las Actas de San Sadoth, del siglo VII, nos dicen que este sucedió al obispo Simeón de Seleucia (3 de septiembre) cuando este fue martirizado, siendo uno de los primeros en padecer bajo el cruel rey Sapor de Persia. Al poco tiempo de ser entronizado, tuvo una visión en la cual veía una escala luminosa que llegaba del suelo hasta el cielo, y al final de la cual estaba Simeón, su predecesor, con gran gloria. Este le decía "Sube, no temas". Entendió Sadoth que era que el santo obispo le animaba a asumir el martirio que estaba cercano.
Al otro día convocó Sadoth a su clero y les contó su revelación, confirmándoles además que estaba presto a padecer por Cristo si así se hacía necesario. Además, les animó a ellos a estar dispuestos al sacrificio, con estas palabras: "Amemos a Dios, hermanos míos, amémosle con todo nuestro corazón. Amemos a Jesucristo: amémosle con toda nuestra alma y cubiertos de las armas de la fe, no temamos combatir, y estaremos seguros de vencer. Si se presenta la muerte, si nos acomete, no nos desalentemos: prepárese cada uno de nosotros a recibirla como hombre de valor. Si es necesario morir, muramos como gentes de honor, pues morimos por Jesucristo nuestro Salvador. Y así hasta que veamos la espada de los tiranos amenazar nuestra cabeza, hagamos provisión de méritos, adquiramos virtudes, enriquezcámonos de buenas obras. Aprovechémonos del tiempo y mientras que aún es de día, caminemos, adelantémonos, corramos hacia el reino del cielo, que allí nos aguardan los honores y la gloria".
Así, siendo el segundo año de la gran persecución de Persia, pasó Sapor por Seleucia y le presentaron a nuestro Sadoth y a muchos de sus sacerdotes, diáconos, monjas y seglares, en total 120 personas, quienes habían sido detenidos por cristiano. habían estado prisioneros durante medio año, padeciendo numerosas vejaciones y torturas, como apalearles en los riñones, atarlos con cuerdas al cuello a punto de la asfixia, o colgarles grandes pesos de las extremidades. Cada día les conminaban para que adoraran al sol si querían salvar sus vidas. Presentados ante Sapor como un triunfo de sus gobernadores, fueron invitados por este a adorar al sol, y Sadoth, en nombre de todos clamó:"Nosotros no tenemos todos más que una misma fe: creemos todos las mismas verdades: todos estamos sujetos a la misma potestad, todos profesamos la misma religión: en una palabra, nosotros todos no adoramos sino a un mismo Dios, creador del cielo, y de la tierra. Por tanto, al sol, que no es sino obra de este gran Dios, nunca le adoraremos ni rendiremos nuestros obsequios. ¿Y cómo podríamos nosotros tener sentimientos de respeto por esas cosas, puesto que no han sido creadas sino para uso nuestro? Y así publicad edictos, enhorabuena, que nosotros, por obedecer a un hombre, no hemos de ser infieles a Dios. No ignoramos que nos podéis quitar la vida o dejárnosla, pero no nos podríais dar mayor gusto que hacérnosla perder".
Les insistieron en que cumpliesen las ordenes reales con la amenaza de una inminente muerte. Pero igualmente los mártires se animaron unos a otros y contestaron con la misma fuerte negativa a adorar al sol o criatura alguna. Al fin, fueron sentenciados a muerte y llevados a las afueras de la ciudad. Iban los mártires como en una festiva procesión, en medio de cánticos y salmos: "Júzganos, Señor, y separa nuestra causa de la de una nación impía", o "líbranos del poder de estos hombres sangrientos porque eres nuestra fuerza, Señor: Tú solo eres nuestra esperanza". Llegados al lugar de la ejecución, siguieron orando en voz alta y alabando a Dios por concederles la gloria del martirio. Fueron cayendo uno a uno, siendo confortados por Sadoth, quien luego del martirio de sus compañeros fue conducido a Bethlapat, donde fue decapitado. Fuente: -"Las verdaderas actas de los mártires". TEODORICO RUINART. Tomo III. Madrid 1776. A 20 de febrero además se recuerda a: