Revista Comunicación

Corrección lingüística y extranjerismos

Publicado el 15 marzo 2020 por Universo De A @UniversodeA

Corrección lingüística y extranjerismos

Hoy, publico este artículo para salir en la defensa de tratar siempre de hablar un lenguaje depurado, puro, sin extranjerismos. En este escrito, me centraré en argumentar sobre tal cosa, centrándome y poniendo ejemplos, sobre todo del español o castellano (por ser una de mis lenguas maternas y de las que más uso habitualmente), pero ello puede ser aplicado a todas las lenguas del Reino de España (e incluso a nivel global).

Quiero dejar claro que no estoy defendiendo, nada más lejos de mi intención, que no se deba aprender otros idiomas (yo sé varios de hecho, y disfruto mucho hablando, leyendo y escuchándolos; por muchos motivos, ya sea su musicalidad, cuestiones de estudio u ocio -acceso a obras no traducidas a mis idiomas maternos- o un componente personal… etc), pero sí que se debe hablar correctamente cada uno, sin hacer innecesarias mezclas entre ellos, ya se produzca esto por moda, invasión globalizadora o por otra cosa (generalmente por presunción o creer que se demuestra estar a otro nivel metiendo palabras foráneas).

También soy consciente que el lenguaje está en continua evolución, la cual deciden los hablantes, y todo ello, bien está que así sea… pero, precisamente por eso, somos los máximos responsables sobre nuestra lengua, su buen estado y salud.

El español además de otras lenguas de la península ibérica, es un idioma sumamente rico, complejo incluso (la verdad es que no envidio a los extranjeros que lo estudian, pues, por lo general, proceden de idiomas más sintéticos; el inglés es el mejor ejemplo de ello, e incluso en el italiano una misma palabra puede significar cosas muy diferentes), por lo que siempre he considerado y defendido que deberíamos proteger y valorar esa cultura (como todas, pero especialmente la nuestra, porque, si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará?).

Y sin duda, una de las maneras más eficaces e importantes de hacerlo es evitando meter extranjerismos o palabras de lenguajes foráneos dentro del nuestro, pues es como eliminar o neutralizar un vocablo que ya existe y sustituirlo por otro innecesario, que ya tiene sus hablantes, mientras que el de nuestro idioma acabará por desaparecer, extinguirse. Existen múltiples ejemplos de ello, por ejemplo, la sustitución del castellano “vestíbulo” por el anglosajón “hall”… y así, otros muchos casos, que llegan hasta el punto de que muchas personas han olvidado el significado de la primera palabra y ya sólo conocen el de la segunda. Asombroso, extrañísimo, pero cierto… y si ello redundara en un mejor conocimiento de un idioma extranjero, aún se podría argüir un beneficio, pero la mayor parte de las personas que usan tales extranjerismos ni siquiera podrían mantener una conversación en el idioma de la palabra que usan (o siquiera señalar su origen).

No voy a meterme en banales y opinables gustos personales y fonético-lingüístico-estéticos sobre si una palabra es más bonita o si suena mejor en nuestro idioma; ni siquiera en debates sobre lo que se hace en otros países (el italiano, por ejemplo, incorpora vocablos extranjeros con una facilidad tan extrema como asombrosa… bien es cierto que en Italia existe muy poco interés y respeto por salvaguardar su riqueza lingüística, como prueba el mal trato dado a sus dialectos, que no forman parte de la educación oficial) o prejuicios chovinistas y nacionalistas; pero sí volveré la importancia de salvar nuestra propia lengua y conservar nuestra riqueza lingüística como un tesoro, el tesoro de todos, porque es maravilloso contar con palabras propias para todo, ha sido el trabajo que nuestros ascendientes culturales nos han legado y que nos corresponde a nosotros conservar y transmitir.

Hay muchas cosas que me gustan del español, por ejemplo, que sea tan preciso, lo que demuestra el hecho de que no existan sinónimos absolutos (todas las palabras tienen un uso concreto, un pequeño matiz diferencial que no las hace iguales), que verdaderamente, para cada cosa haya una definición. Por otro lado, no se puede decir que no sea un idioma adaptativo, puesto que, otro de sus puntos positivos (que algunos han señalado como negativos, pues consideran que es una manera de no querer aprender otro idioma… un absurdo, en mi opinión) es precisamente su capacidad para reajustar cualquier vocablo que no exista en el idioma, si es necesario, a la fonética castellana, de modo que acaba popularizándolo y volviéndolo también español (la palabra “garaje” es un buen ejemplo de ello). Sin embargo, como ya digo, de poder ser, creo que es mucho mejor utilizar palabras que ya existan en nuestro idioma.

Lógicamente, no siempre las conoceremos todas; pero por eso, es misión nuestra también indagar, averiguar que palabra se ajusta mejor (para ello, nada mejor que leer mucho) y tratar de usarla en nuestra vida cotidiana, tal vez alguna vez nos miren extrañados, pero pensad que podemos influir positivamente tanto en la gente, siendo ejemplo, como en la salud del lenguaje. Muchas veces, merece la pena recuperar palabras olvidadas, las cuales, una vez insufladas de nueva vida, todo el mundo suele reconocer su belleza.

En definitiva, que teniendo como tenemos, en nuestro Reino, lenguas tan bellas, y siendo como son, una gran herencia que hemos exportado a medio mundo, y de la que somos principales responsables, baluarte y cabeza visible, muy lógico es que las respetemos y que nos molestemos en su conservación y su buen estado… ¿no creéis?.

Finalizo proponiéndoos que comentéis, que palabras usamos cotidianamente, que son extranjeras y cuál es su equivalente correcto en vuestra lengua o lenguas maternas, ¡así podemos comenzar a ayudarnos entre nosotros a hablar mejor y recuperar el idioma!.

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