El estilo de vida y costumbres habituales de los hombres gais es más insano que el de los heterosexuales, pero esa información debe ocultarse, y más si se es médico, especialista en urología.
Advertirlo en EE.UU. es políticamente incorrecto y merece el despido, como el sufrido por el doctor Paul Church, con 28 años de experiencia en uno de los grandes hospitales de Boston y profesor en la facultad de Medicina de Harvard.
Acaba de levantarse por fin la veda sobre esta información políticamente incorrecta en el periodismo generalista estadounidense, cuya mayoría ocultó hasta ahora el caso del doctor Church, conocido desde el pasado verano, cuando el famoso Beth Israel Deaconess Medical Center (BIDMC) de Boston anunció su despido.
La censura/corrección política también tapó durante cinco días los asaltos de fin de año a mujeres en Colonia, Alemania, y en otras ciudades y países, porque las hordas de acosadores sexuales eran de apariencia norteafricana u árabe, e informarlo podía provocar xenofobia o islamofobia.
El caso Church viene desde muy atrás: para que los gais, lesbianas, transexuales y otros miembros de las comunidades LGTB se sintieran a gusto, el hospital comenzó a promocionar sus fiestas como hacía con las organizaciones de carácter cultural.
Church le advertía a sus colegas que hacer esa publicidad en favor de la promiscuidad homosexual, habitual en las fiestas como la del orgullo gay era como promocionar las de fumadores sobre las bondades del humo.
El estilo de vida de los hombres gay que promueven las conmemoraciones LGTB presenta graves riesgos, advertía: el contagio del VIH es hasta cuarenta veces más frecuente que entre heterosexuales, se multiplican también enfermedades como sífilis, hepatitis o cáncer rectal.
Por eso fue despedido: no debía haber alertado sobre ese estilo de vida. Tampoco se hace EE.UU. y en España en escuelas e institutos donde se presenta la homosexualidad como inocua y una forma de vivir sin consecuencias negativas; incluso hay centros donde se invita a iniciarse en su práctica.
Sí, la corrección política intimida. Por eso se obedece y mucha gente atemorizada por ella se calla, aunque mate.
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