Porque empecé a correr mas bien tarde tarde. Porque nunca quería parar, quizás en una búsqueda del tiempo perdido. Porque me preguntaban las razones y no sabía que contestar. Porque me hacía feliz rodar por los caminos hasta entonces desconocidos. Porque me decían que correr es de cobardes , pero yo me sentía distinto y rebelde. Porque algo me decía en mi interior que lo que estaba haciendo era lo correcto.
Ahora, ya con cierta perspectiva desde entonces, con miles de kilómetros en las zapatillas, las sensaciones no han cambiado, si acaso he relajado la lucha con el reloj en busca de mejorar mis modestas marcas, ahora ya no son importantes. Porque ahora me interesa atrapar momentos y compartir experiencias. Los objetivos van cambiando, pero el espíritu es el mismo.