
En los últimos meses hemos leído muchos artículos magníficos sobre la corresponsabilidad tanto en casa como en la crianza de nuestros hijos. Hemos estado de acuerdo en que se ha avanzado mucho en los últimos años pero que aún queda mucho por avanzar, y hemos estado de acuerdo de que papá se implica cada vez más en la crianza de los pequeños. El mito de “los niños son de mamá” podemos decir que por fin está viendo su fin, un fin aún lejano pero ya presente.
Yo quiero darle un pequeño cambio a este tema, y no un cambio en sí sino verlo desde otra perspectiva. A veces por muy diversos motivos una pareja se rompe, y si hay hijos de por medio el tema puede ser realmente complicado.
Sobre todo debemos tener en cuenta que los niños no son propiedad de nadie, son personas que sienten, ven, escuchan y piensan, y nuestra labor como padres es conseguir que ellos sean personas capaces, acompañarles y guiarles en su camino. Una vez tomada la decisión de la separación este punto debe quedar muy claro, no podemos utilizar a nuestros hijos en favor o en contra de algunos intereses propios, ni mucho menos para dañar a la otra persona.
El progenitor que no vaya a convivir con los niños, no debería olvidar nunca que aunque ya no viva en la misma casa, sus hijos esperan tener contacto con él, lo necesitan. Conozco muchos casos donde el papá se limita a enviar X dinero al mes y el contacto es apenas existente, o si lo hay no es de buena calidad, y esto no sirve de nada, porque ser p(m)adre no consiste en enviar dinero, sino en estar ahí presente cuando tus hijos te necesitan. El día a día. No consiste en interrogar para saber, sino en charlar para conocer.
Debemos tener mucho cuidado en la clase de relación que a partir de ese momento se mantiene con los hijos, porque si hoy aún son pequeños para poder darse cuenta de algunas cosas, mañana no lo serán, y no podemos olvidar que los niños tienen una gran memoria y bastante agilidad para asociar las cosas. La relación con nuestros hijos debe ser algo limpio, sin ninguna otra intención que la de atenderle y seguir conociéndole y apoyándole. Con conversaciones y soluciones más que con imposiciones muchas veces absurdas.
Vivamos o no bajo el mismo techo no podemos olvidar la corresponsabilidad, porque no deja de existir, sigue estando presente y debemos ser conscientes de ello. Podemos ser corresponsables aunque no vivamos en la misma casa, y así que los pequeños disfruten mucho más de los dos progenitores, y a la vez que esos padres puedan retomar una vida normal sin que ninguno de los dos se quede todo el peso de la familia, sino que sea algo compartido, no luchado.
Cuando hay una separación se debe anteponer los hijos a todo. Se deben olvidar rencores y dolores pasados y dar paso a la conversación y el acuerdo para la mejor crianza. Se debe compartir y repartir las responsabilidades para que aunque no se viva en una misma casa, los niños sientan que su familia sigue ahí, que hay una base y que pueden contar con ambos padres para todo. Que uno no se diferencia del otro y que las decisiones son acordadas. Cuando hay hijos no deben existir luchas, sino paz y comprensión.
Separarnos no nos exime ni nos impide ser corresponsables en la educación y crianza de nuestros hijos.
