Revista Opinión

Corresponsal científico (2)

Publicado el 07 junio 2016 por Jmlopezvega

Corresponsal científico (2)Aún sollozo y moqueo cuando oigo los timbrazos del teléfono. Dicen que es un modelo "inteligente", pero tengo que rescatarlo del fondo de mi maletín y regar algunos papeles de lágrimas que no cesan. La pantalla está boca abajo y la volteo febrilmente, esperando ver la cara esplendorosa de ella, pero no, no es ella. Temo que nunca más lo será, porque nunca volverá a llamarme, ni se repetirá aquel despertar azulísimo en Essaouira.

Es la jeta del redactor jefe, que no me concede ni la tregua de un saludo. El RJ quiere saber dónde estoy, "¿dónde estás exactamente?" -dice-, enfatizando el exactamente como si escupiese tipografía negrita. Le explico el retraso en la conexión y le importa un carajo, porque en realidad desea empaquetarme hacia otro destino. "Lo de Edimburgo queda anulado para ti, vete derecho al congreso médico".

De milagro no me cisco hasta el corvejón, preguntándole a dónde, pues mi ángel de la guardia enciende una neurona en lo rugoso del cráter y un fogonazo me retrotrae a nuestro último encuentro, antes de partir hacia el ridículo sarnoso de Praga. Yo me relamía imaginándome junto a ella en los puentes sobre el Moldava -las aguas como el manso arrullo de un amor que duraría todos los años restantes- y no le hice mucho caso, pero la neurona me susurra que el RJ farfulló algo de un congreso médico en Chicago. Ahorta, su majestad dispone que lo cubra yo.

  • Pero ¡hombre!, yo de medicina no sé más que el nombre de mis pastillas para el azúcar.
  • Ya veo. Lo tuyo son las cumbres de comercio internacional, las conferencias de paz... O sea, las chorradas donde aciertas igual que el horóscopo, ¿no? Pero resulta que la encargada de salud no puede ir a este congreso. Algo con sus hijos.

  • Jodida maternidad. Encima será por culpa del adoptado.

  • Métete la mezquindad por el ojete. O enfilas hacia Chicago o te vas a la puta calle.

La puta calle tiene bien ganado el epíteto porque es un sitio inhóspito, erizado de hambre y frío. En consecuencia, le pido a la secretaria del RJ las coordenadas del vuelo, en plan reportero bélico.

"Vuelas hoy mismo a Washington. En el mostrador donde te quejaste de la pésima conexión te darán las nuevas tarjetas de embarque. En tu correo electrónico tienes una breve sinopsis sobre el cáncer, porque el congreso va de cáncer, ¿sabes? (Ni siquiera de diabetes, hay que joderse.) Lo ha escrito tu compañera de salud, para que luego digas, macho ingrato".

Mientras me instruye, leo por encima que fumar es suicida, que vaya al médico sin demora ante el menor síntoma, que no me asuste, que el tratamiento será personalizado, que la quimioterapia daña, pero también cura, que este congreso va a ser la bomba. La secretaria no para: "En el aeropuerto de Washington, en lo que sale el otro vuelo, un par de médicos responderán a tus preguntas sobre el congreso. Tienes sus nombres y ubicación al pie del resumen de tu compañera. Una profesional, no como otros que van de boquilla. Cinco días en Chicago, dos reseñas diarias, y vuelves al nidito de la actriz".

Sonó como si yo fuese un pederasta. Me arrancó de nuevo las lágrimas, porque volveré demediado, abatido y solo, a mi casa sucia y sola. Gemía y moqueaba, alejando el teléfono para que no se me notase, cuando remachó lo de las 2 reseñas. "Una de la cosa científica y otra más a lo crónica viajera, ya sabes, que parezca que has estado allí". Cambio y corto.


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