Hace pocos días se conmemoró el 19 aniversario de la consecución de la primera Copa de Europa en Wembley por parte del F.C. Barcelona. Para muchos culés, entre los que me incluyo, fue el primer gran éxito vivido por el equipo. Hasta la fecha, habíamos subsistido a base de Recopas, Copas del Rey, y alguna que otra Liga aquí y allá que celebrábamos como los mayores éxitos conseguidos. Ya no hablemos de aquellos que nos recordaban las Copas de Feria, la Copa Ibérica, y otras competiciones ya extintas, que a los de mi generación les sonaban a tiempos muy, muy lejanos, a NoDo y a películas en blanco y negro.
Todavía recuerdo como viví ese partido, sentado en el sofá de casa, con mi padre, y con el miedo en el cuerpo de que se repitiera el fatal desenlace de Sevilla. Mi padre aún iba más allá, y se acordaba de Berna, el Benfica, y los famosos postes. Y es que en eso si que estábamos unidos esas dos generaciones de culés. El miedo al fracaso, a la derrota, nos atenazaba. Éramos pesimistas por naturaleza, y ante cualquier adversidad ya veíamos imposible la consecución del objetivo. Recuerdo, que con el 0-0 final fui incapaz de aguantar la tensión, y buceando por los diferentes canales del mando (no tantos como ahora), me topé con el combate final de.. Rocky III!!!. Y allí me quedé, bueno, nos quedamos, viendo a Silvester Stallone y Mister T, dándose mamporros, mientras Barça y Samporia disputaban la prórroga. Y de repente, gritos por el patio de luces, follón en la calle, saltos del Sr Guillem, socio culé que vivía justo encima de nosotros...y... Gooool de Koeman. Papa.., cambia, cambia!!!!!.. Y allí, casi de rodillas, vimos la repetición. El zambobazo del holandés, las carreras de celebración hacia la banda, a Cruyff enganchándose el pié con la valla publicitaria. Al pobre Juan Carlos con la cabeza casi fuera de sitio por el codazo que le pegó Nando en la piña de celebración. Y allí seguimos, entonces ya todos, mi madre y mi hermana se unieron a los 10 minutos finales. Allí estábamos todos apretujados en el sofá, contando los minutos, deseando que aquel calvo, Lombardo se llamaba, parará de correr por la banda, mirando el reloj, pidiéndole al árbitro que pitará ya, aunque quedaran todavía cinco minutos para acabar.
Y pitó…. Por fin teníamos un título. EL TÍTULO. Por fin dos generaciones de culés que lo habían visto pasar tan cerca conseguían su anhelado objetivo. Yo me olvidé de los penaltys de Sevilla, y del maldito Duckadam. Mi padre de los postes cuadrados de aquella portería. Aquello ya no contaba, era pasado. Éramos Campeones de Europa.
Creo que esa falta fabricada entre Bakero, Stoichcov y Koeman, es el punto culminante de la historia del Barça. Hay otros, la final de Basilea, el Barça de les Cinc Copes...... Pero ningún momento hasta aquel día ha sido tan trascendental para el devenir futuro del club. Fue la constatación de un modelo que aun perdura, fue la implantación de un sistema de juego, que con variantes, sigue vigente, fue la liberación de una tensión mal entendida, que hizo, que a partir de entonces el club dejará de lado sus complejos, y viéndose ya con un título mayor asumiera sin dudas la grandeza que por historia, afición y ambición se le suponía. Fue en definitiva, un giro profundo en la dinámica del club. Giro que le ha llevadao a que este sábado, después de la consecución de dos Copas de Europa más, volvamos a estar en Wembley disputando una nueva final.
Una nueva final, que volveré a ver en el sofá de casa, esta vez con mis hijos, que no entienden lo que les explico. Que no entienden de derrotas. Que no entienden que yo tenga miedo a perderla. Papá!!!.. Si siempre ganamos!!!!... Ese es el máximo logro del gol de Koeman. La gestación de una generación de ganadores, que no sufre por la derrota, que la ve como un accidente, y que afronta cualquier competición desde el que sabe que la va a conseguir. Y ese es el primer paso para lograrlo.