Revista Cultura y Ocio

Corrupción en Urbania o el país que intenta sobrevivir a sus políticos.

Publicado el 14 marzo 2025 por Johnny Zuri @johnnyzuri
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Corrupción en Urbania es más real de lo que parece ¿Puede un país ejemplar sobrevivir a sus políticos corruptos?

La corrupción no es solo un problema de gobiernos lejanos y oscuros; es una enfermedad silenciosa que se esconde en los despachos más limpios, en los tratos más sofisticados y, a veces, hasta en las sonrisas de los políticos mejor peinados. Felipe Ortín González lo sabe bien y lo retrata con maestría en «Corrupción en Urbania», una novela policiaca que destila humor, misterio y crítica social a partes iguales.

Cuando empecé a leerla, pensé que me encontraría con una historia más sobre agentes contra políticos corruptos, con un villano de corbata y un héroe de placa. Pero no. Aquí hay algo distinto: Urbania es un país de ciudadanos ejemplares, con una cultura cívica impecable, pero gobernado por una élite torpe y corrupta que parece salida de una sátira política. ¿Una utopía cívica con un gobierno nefasto? Suena improbable, pero cuanto más avanzaba en la lectura, más real se volvía.

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Un novato con mala suerte y un veterano sin paciencia

El protagonista, el agente Chinea, es una mezcla explosiva: brillante en teoría, un crack con las armas, pero con una torpeza que haría temblar a cualquier aseguradora. Es el tipo de policía que puede resolver un crimen complicado, pero también el que podría tropezar y derribar accidentalmente una operación secreta. Y ahí radica su encanto. Su contraparte es el agente Padrón, un veterano curtido en mil batallas, con la paciencia justa y el instinto necesario para moverse en un mundo donde la ley y la trampa caminan de la mano.

La química entre ambos es clave en la novela. Chinea aporta el caos involuntario y Padrón la sabiduría de quien ya lo ha visto todo. Son una especie de «buddy cop» atípico, en el que el humor no es una distracción, sino una herramienta para enfrentar una realidad que, de otro modo, sería insoportable.

Una cacería que huele a pólvora y a mentiras

Todo arranca con un cadáver incómodo: el director general del mayor banco de Urbania aparece muerto en circunstancias sospechosas durante una supuesta cacería. Y si hay algo peor que un político corrupto, es un banquero muerto en extrañas circunstancias. Pronto, Chinea y Padrón se ven envueltos en una investigación que los lleva hasta las mismas entrañas del poder, donde las apariencias importan más que la verdad y donde un asesinato nunca es solo un asesinato.

A medida que avanzan en el caso, las piezas no encajan y los cadáveres empiezan a acumularse. Las muertes no son accidentes aislados, sino parte de un tablero en el que cada movimiento tiene consecuencias. Y aquí es donde la novela brilla: no es solo un thriller sobre corrupción, es una disección quirúrgica del poder y de sus cloacas.

«La corrupción es como una enfermedad: cuando se detecta, ya está por todas partes»

Ortín González maneja con maestría la intriga y el humor, logrando que cada giro argumental sea tan inesperado como creíble. No hay situaciones forzadas ni resoluciones mágicas. Todo se construye con un ritmo trepidante que atrapa al lector y lo obliga a preguntarse: ¿hasta qué punto la corrupción es un problema de los políticos y no de toda la sociedad?

Y es que la novela no solo nos muestra el lado oscuro del poder, sino que nos obliga a cuestionarnos:

  • ¿Cómo puede un país con ciudadanos ejemplares tolerar a un gobierno corrupto?
  • ¿La corrupción es un problema de unos pocos o un síntoma de algo más grande?
  • ¿Hasta dónde llega la impunidad cuando las reglas del juego las escriben quienes lo juegan?

No hay respuestas fáciles. Pero la novela tampoco las busca. Se limita a mostrarnos un espejo en el que, con un poco de honestidad, podríamos ver reflejada nuestra propia realidad.

Un thriller que hace reír, pero también pensar

En medio del misterio y las traiciones, Corrupción en Urbania tiene un ingrediente esencial: el humor. No el humor absurdo que rompe la tensión, sino el humor ácido que la refuerza. Las desgracias de Chinea, las respuestas secas de Padrón y la absurda incompetencia de algunos personajes secundarios hacen que la historia fluya con una ligereza que esconde, bajo la superficie, una crítica afilada como un bisturí.

Es una novela que juega con el lector. Te hace reír cuando menos te lo esperas, te sorprende cuando crees que ya lo tienes todo claro y te deja pensando cuando cierras el libro. En definitiva, es una obra que no se conforma con entretener, sino que busca dejar huella.

«El poder no corrompe. Solo muestra quiénes ya lo estaban»

Si te gustan las novelas policiacas con un toque de ironía y personajes memorables, Corrupción en Urbania es para ti. Es un libro que combina lo mejor del thriller con la agudeza de una sátira política bien construida. No es una historia donde los héroes sean impolutos ni donde los villanos sean caricaturas. Es una historia donde, como en la vida real, la verdad es solo una versión de los hechos contada por quien tiene más poder.

La pregunta final es inevitable: ¿Cuánta corrupción estaríamos dispuestos a tolerar antes de que el sistema colapse? Quizás Urbania no esté tan lejos de nosotros como quisiéramos pensar.


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