La estrategia sistemática de descrédito de la marca ZP y la ausencia de alternativa y propuestas ante los problemas económicos que atraviesa el país, ponen en evidencia los rasgos distintivos del posible cambio de ciclo político que arrancará con el preámbulo de las municipales.
La incrustración en el ideario colectivo de la ecuación pp igual a dinero pone en evidencia la desesperación de miles de parados que ante la pérdida de la fe en la lógica de los mercados, ponen sus creencias y confianza en un probable gobierno de corte neoliberal, o dicho de otro modo, más mercado y menos Estado.
Con diez listas electorales manchadas por miembros imputados por casos de corrupción, el Partido Popular pone en evidencia la demagogica como cualidad ingrata del ”hacer político”.
La música orquestada por Aznar con el “váyase señor González” consiguió calar en la opinión pública la correlación PSOE y corrupción. Los paralelismos históricos se repiten pero con la losa de la crisis económica internacional.
La trama Gürtel o, dicho de otro modo, las presuntas empresas al servicio de la élite empresarial popular y las supuestas redes de financiación irregular no han hecho reflexionar a la opinión pública de la osadía del señor Camps y los suyos que con la mancha de la “cuestión de todo ladrón” siguen aferrados al sillón y a las silenciosas paredes de la corrupción.
Los chorros de tinta que se han dedicado a las tramas corruptas del PP no han servido para romper el estigma de “manos rotas y corruptos” incrustrado en la memoria colectiva.
La destitución del Juez Baltasar Garzón por las supuestas escuchas ilegales en torno a la corrupción de la bancada popular nos hace reflexionar sobre las paradojas y la “independencia del poder judicial nacional”.
El posible cambio de ciclo político vendrá abanderado por políticos “a priori cuestionados”, pendientes de saldar sus deudas con la justicia. Políticos en espera de plazos y declaraciones para contarles a supuestos jueces independientes dónde “han metido la mano” y que supuesto dinero de “sucio recorrido” han llevado en sus bolsillos.
La lógica de los ciclos económicos y la correlación casual “decrecimiento económico igual a gobiernos progresistas” llevará a la Moncloa al dos veces perdedor Rajoy y los suyos para, al igual que en tiempos del señor Aznar, la inercia de los mercados les haga merecedores de colgarse la “medalla de la victoria”.
La receta más mercado y menos Estado, tan abanderada por la corriente del “aznarismo” llevó a España a la cima de un país de riqueza ficticia pero acompañada de un anémico Estado del Bienestar.
La reducción del despido de 45 días a 33 días por año de servicio, en la era de Aznar, consiguió dismininuir las cifras de la EPA a aquellos que hoy en “barras de bares” hablan incrédulos y critican las indemnizaciones de sus despidos.
La crítica a los famosos “400 euros” de ayuda a los desempleados que han agotado su prestación pone en perspectiva diacrónica comparada el recorte y “tijeretazo” que “en época de vacas gordas” hizo el señor Aznar a las clases medias de este país.
El crecimiento de la inseguridad ciudadana por la reducción drástica de la Oferta de Empleo Público en los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado en beneficio de la seguridad privada, es un ejemplo más, de entre muchos del “saber hacer popular”.
La factura de la crisis internacional finalizará con el cambio de ciclo político actual y la llegada del señor Rajoy a la Moncloa para poner en práctica las recetas de corte neoliberal que tanto sirvieron para crear “nuevos ricos” y “nuevos pobres en derechos sociales”.