Revista Opinión

Corrupción y sociedad

Publicado el 07 abril 2010 por Javiermadrazo

Hasta la fecha no he hablado nunca de la trama de corrupción que ahora salpica al Partido Popular en el Estado, al igual que en el pasado salpicó al PSOE. Me preocupa y me apena profundamente la imagen pública, tan lamentable como miserable, que las formaciones políticas están transmitiendo a la ciudadanía, pero aún me inquieta mucho más, si cabe, la indiferencia social, tal vez fruto del rechazo o la impotencia,  ante escándalos de tal calibre, que lesionan la credibilidad de la  democracia y pervierten sus instituciones.

No puedo entender que el Partido Popular, con todo lo que le está cayendo encima, mantenga una cómoda posición de ventaja en las sucesivas encuestas electorales publicadas hasta la fecha; claro que tampoco pude comprender cómo en 1993 Felipe González logró salvar los muebles en unos comicios generales, marcados por la corrupción y la guerra sucia, entonces con el PSOE como protagonista estelar. ¿Somos, acaso, una sociedad enferma? ¿O será que nos hemos inmunizado ante tanta basura acumulada?

La apatía ciudadana, o puede que sea desdén,  ante capítulos tan mezquinos como los que estamos conociendo demuestra que hemos perdido valores y principios que caracterizaron la lucha contra el franquismo y los primeros años de la transición. Siempre me he preguntado cómo es posible que una persona, supuestamente comprometida, me da igual sea en la derecha o en la izquierda, caiga en la trampa del enriquecimiento fácil, el lujo más abyecto y el saqueo más propio de Ali Babá y los Cuarenta Ladrones que de un cargo público, al que se le presupone vocación de servicio a la comunidad.

También es cierto que muchas otras veces me he preguntado cómo es posible que el entorno de todas estas personas, que compran palacios, pisos suntuosos, yates, joyas,…, no se interese por conocer el origen de tanto derroche, ni tan siquiera indague un mínimo, cuando todas y todos sabemos que los sueldos en política permiten vivir con dignidad, pero sin ostentación. Parece obvio que detrás de todas estas tramas no sólo hay avaricia personal, sino también financiación irregular. No confío en que los partidos políticos frenen estas prácticas mafiosas, ni tan siquiera en que hagan algo por castigarlas o penalizar a sus responsables, pero quiero creer que cuando llegue el momento de dar el voto a una u otra formación, por lo menos no se avale a quienes nos están robando en nuestra propia casa, que son nuestras instituciones, y en nuestras propias narices. Sólo con ello me conformo, aunque la experiencia vivida no invite al optimismo.


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