Iban a limpiar de corrupción allá donde gobernaran pero en menos de dos años han demostrado que, además de ser como los que denunciaban, su anticapitalismo en un mundo que se mueve con leyes capitalistas arruina todo lo que tocan.
Sólo un ejemplo de lo que acaba de ocurrir en Madrid: dos concejales de Podemos han incurrido en corrupción económica para denunciar supuestas corrupciones de ayuntamientos anteriores para cancelar un importantísimo torneo internacional de tenis cuando comenzaba este fin de semana.
La denuncia era su venganza contra la alcaldesa de la misma lista podemita, Manuela Carmena, que los destituyó por su incompetencia.
El Mutua Open Madrid forma parte del gran circo de las primeras figuras mundiales, atrae a personalidades deportivas y económicas de todo el planeta, y le genera sólo inicialmente 93 millones de euros a Madrid, que invierte 14, 5 millones.
Celia Mayer, exconcejal de Cultura, que contrataba espectáculos grotescos para cualquier persona civilizada, y el anticapitalista Carlos Sánchez Mato, concejal de Hacienda, fueron destituidos porque destruían lo que tocaban, desde la red de teatros municipales hasta las finanzas rechazando toda inversión productiva.
Para su venganza impugnaron informes de los letrados municipales y de una auditora previa, y con fondos municipales, pese a su menor responsabilidad actual, contrataron a dedo, sin concurso y en secreto a abogados amigos, a los que les pagaron 100.000 euros para que hallaran supuestas irregularidades en el torneo.
Así, y bajo presunta corrupción, presentaron una denuncia en la Fiscalía para tratar de cancelar el campeonato un día antes empezara, y sin que alcaldesa Carmena supiera nada: anticurruptos corrompiéndose por venganza.
Ahora, además, sus conmilitones han okupado la finca del proyectado Museo de la Arquitectura, frente al del Prado, para dársela a “colectivos sociales enemigos del elitismo cultural”.
Esta gente, además de las corrupciones como esta o las de sus jefes cobrando de Venezuela e Irán, pagando en negro y enchufando a familiares y compañeros sexuales, sería capaz de quemar las obras de arte para vaciar los museos, por elitistas, y meter en ellos a todos los perroflautas del mundo: más o menos esa era la idea de la cultura de Celia Mayer.
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SALAS