Por primera vez en la historia numerosos empleados de bancos que ocultan fortunas en paraísos fiscales han roto su secreto profesional para denunciar a 136.000 evasores de 170 países con la divulgación de 2,5 millones de documentos sobre sus cuentas.
En realidad, estamos en tiempos en los que se acabaron los secretos. Nos desnudan a todos, ricos y pobres.
Los ordenadores en bancos, oficinas de hacienda, empresas, hospitales y mil otros lugares saben más sobre nosotros que nosotros mismos.
Cualquiera que maneje esos datos puede hacerlos públicos, igual que un soldado joven e inseguro, Bradley Mannig, desde un simple ordenador, difundió por WikiLeaks los secretos de estado de la política exterior estadounidense.
Ahora, muchos empleados de bancos y empresas internacionales han entregado a una organización de periodistas fichas secretas sobre operaciones en paraísos fiscales, como las islas del Canal, Singapur, Samoa, las Islas Caimán y las islas Cook.
Numerosos medios del mundo avanzado, en España el electrónico El Confidencial, estudian esos 2,5 millones de documentos robados por los empleados de las empresas especializadas en fugas de capitales, sobre todo, Portcullis Trustnet y Commonwealth Trust Limited.
Creemos que los escándalos políticos y económicos que se dan en España, Bárcenas, Gürtel, ERE andaluces, o los que imputan a Urdangarin y la Infanta Cristina, son algo extraordinario.
No: pronto aparecerán los nombres de multitud de evasores españoles.
Después, sus cómplices los denunciarán con la mayor saña si ven peligrar su libertad o el capital obtenido ilegalmente.
Porque se ha perdido la lealtad entre secuaces y ganado una memoria imborrable en los ordenadores, porque todo está multiplicado en copias de seguridad, y la sociedad se desnuda, hace striptease.
Tiemblen los Estados y los evasores. También nosotros: un incontrolable Gran Hermano divulgará nuestros secretos y debilidades.
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SALAS