![Cortázar amaba el jazz y la trompeta. Cortázar amaba el jazz y la trompeta.](http://m1.paperblog.com/i/227/2277495/cortazar-amaba-el-jazz-trompeta-L-JzmWym.jpeg)
![Cortázar amaba el jazz y la trompeta. Cortázar amaba el jazz y la trompeta.](http://m1.paperblog.com/i/227/2277495/cortazar-amaba-el-jazz-trompeta-L-zF0uci.jpeg)
Cortázar fue, según Sainz Borgo, mucho más que un mero aficionado al jazz. Su pasión por esta música acabó moldeando su creación literaria, hasta el extremo de que su escritura, libre e improvisada, puede considerarse como un reflejo de los elementos compositivos del jazz. El ciclo de la Fundación JuanMarch reúne a los compositores y obras evocados en tres de sus textos más musicales: la crónica que escribió tras el mítico concierto de Thelonious Monk en Ginebra, los capítulos de ambiente jazzístico de Rayuela (publicada hace ahora 50 años) y El perseguidor, cuyo personaje se inspira en Charlie Parker. Un ciclo que se acompaña de la muestra “El jazz en la biblioteca de Cotázar”, que se expone en el vestíbulo del salón de actos los días de los conciertos.
Además de una versión “jazzeada” del clásico del tango Cotorrita de la suerte, de Alfredo de Franco –citado por Cortázar en el capítulo 46–, el concierto incluye otros temas que, durante la Segunda GuerraMundial y en la posguerra, eran comunes al jazz y a la música negra como la mejor redención espiritual, una idea compartida por Cortázar, quien, en múltiples ocasiones, defiende el jazz de los ataques racistas, elevándolo a la categoría de “poético” frente a la música “clásica”, que sería solo “estético”.
La publicación de Rayuela, junto al Premio Biblioteca Breve entregado a Vargas Llosa por “La ciudad y los perros”, supuso un hito en la historia del grupo literario. En efecto, entre 1962 y 1972 publicaron narradores latinoamericanos como Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, José Donoso, Juan Carlos Onetti, entre otros que integraron el llamado boom latinoamericano. Su nombre, Rayuela, invitación al juego infantil dibujado en el asfalto –donde hay una tierra y también un cielo; un lado de acá y otro de allá–, encerraba una estructura de “infinitas compuertas”, según José Lezama Lima. Por su París cortaziano, sus juegos de tiempo, saltos de estructura y su potente condición de caja de Pandora, Rayuela se convirtió en una lectura de iniciación. Pero hoy preferimos quedarnos con esa imagen de Cortázar tocando la trompeta. Muchos tal vez recuerden esa famosa foto del escritor y aquella confesión: “Sí, en verdad toco la trompeta, pero sólo como desahogo. Soy pésimo”. Lo recordamos en vísperas de Santa Cecilia, patrona de los músicos. De ellos hablaremos largo y tendido los días siguientes. Mañana, lea “¡Que suene la banda!”. (1)