Revista Libros
Julio Cortázar.Prosa del observatorio.Alfaguara. Madrid, 2016.
Pese a ser su obra menos conocida, pese a su condición inclasificable, Prosa del observatorio es uno de los textos centrales e imprescindibles en la obra de Julio Cortázar.
En ese libro, que publica Alfaguara con las fotografías que hizo Cortázar en el observatorio de Jaipur (India) en 1968, la imagen y el ritmo se conjugan para resumir el universo cortazariano en una fusión que integra esas imágenes gráficas con los doce fragmentos de 1971 que componen su arquitectura textual.
Una arquitectura literaria construida en prosa poética de alto voltaje para dar lugar a un libro breve e intenso, alto y hondo a un tiempo, como las estrellas y los espacios oceánicos observados o evocados en la noche de Jai Singh, el sultán que diseñó esos observatorios a comienzos del siglo XVIII: la noche de Jai Singh bebiendo un flujo de estrellas, los observatorios bajo la luna de Jaipur y de Delhi, la negra cinta de las migraciones, las anguilas en plena calle o en la platea de un teatro, dándose para el que las sigue desde las máquinas de mármol, ese que ya no mira el reloj en la noche de París; tan simplemente anillo de Moebius y de anguila y de máquinas de mármol, esto que fluye ya en una palabra desatinada, desarrimada, que busca por sí misma, que también se pone en marcha desde sargazos de tiempo y semánticas aleatorias, la migración de un verbo: discurso, decurso, las anguilas atlánticas y las palabras anguilas, los relámpagos de mármol de las máquinas de Jai Singh, el que mira los astros y las anguilas, el anillo de Moebius circulando en sí mismo, en el océano, en Jaipur, cumpliéndose otra vez sin otras veces, siendo como lo es el mármol, como lo es la anguila.
En el diseño rítmico de esta Prosa del observatorio se convoca la música de las esferas en la alta noche de Jaipur y el mar de los sargazos en una iluminación que integra lo visual y lo verbal, lo plástico y lo cósmico, la arquitectura de la curva y del ángulo, del arco y la columna, de la escalinata y la rampa que exploran estas fotografías.
Una integración de imágenes y palabras que funde intuiciones y reflexiones, el cielo y el océano, el principio y el fin, la Vía Láctea y la migración de las anguilas, lo oriental y lo occidental, el tiempo y el espacio en doce fragmentos que envuelven unas fotografías que sugieren la tonalidad onírica de este espléndido texto de Cortázar, sin duda una de sus cimas creativas.
Y, además de eso, una obra de arte total -poema y ensayo, notas de viaje y relato- que resume desde la altura del observatorio la visión del mundo de Cortázar, su asombro ante la magia de la noche, hecha palabra e imagen.
Y una fascinación ante la alta noche y el misterio del mundo que se transmite al lector en una experiencia inolvidable de lectura, en este viaje por un texto luminoso, a caballo entre la meditación filosófica, la iluminación poética y la cosmogonía: acaso ya es de noche en Delhi y en Jaipur y las estrellas picotean las rampas del sueño de Jai Singh; los ciclos se fusionan, se responden vertiginosamente; basta entrar en la noche pelirroja aspirar profundamente un aire que es puente y caricia de la vida; habrá que seguir luchando por lo inmediato, compañero, porque Hölderlin ha leído a Marx y no lo olvida; pero lo abierto sigue ahí, pulso de astros y anguilas, anillo de Moebius de una figura del mundo donde la conciliación es posible, donde anverso y reverso cesarán de desgarrarse, donde el hombre podrá ocupar su puesto en esa jubilosa danza que alguna vez llamaremos realidad.
Santos Domínguez