Juan Carlos, quien me ha cortado el pelo.
Pues hoy he ido a cortarme el pelo, ya tenía falta. Llegué a la hora acordada, pues solo atiende a un cliente cada media hora y no permite entrar al siguiente hasta que salga el anterior.
Me recibió tras la puerta de cristal, con guantes y mascarilla puestos, haciendo un ademán con la mano para indicarme que frenase y no entrase como elefante en cacharrería.
Con su dedo índice, antes de abrir la puerta, señala una alfombra sobre la que ha colocado una toalla pequeña y me indica que pase y me ponga sobre ella.
Abre la puerta, entro y me coloco sobre esa alfombra. Me pide que levante los zapatos cual caballo que van a cambiar las herraduras y me los rocía con una solución desinfectante a base de lejía.
Seguidamente me pide que me quite la cazadora y la introduzca en una bolsa de plástico. Un tercio de la peluquería está dividido por cintas pegadas al suelo con un claro mensaje "no pasar".
Me sienta en el sillón y me coloca una bolsa como de basura grande y negra con un círculo por el que atraviesa mi cabeza. La encaja bajo los cuellos de mi jersey y me rocía con una solución alcohólica.
El resto de la tarea y conversación podríamos calificarla como de lo más normal, a excepción de las patillas y orejas, que tiene que soltar mi mascarilla, sujetar con una mano y arreglar con la otra para volver a colocar de nuevo la goma en mi oído.
Al finalizar volvió a colocarme sobre esa alfombra y sin moverme de allí le pagué y me despedí. Lástima que aún no utiliza Bizum para haberle pagado con el móvil sin utilizar dinero metálico, pero se comprometió a darse de alta y "ver de que va eso".
Pues creo que esto será lo que vienen denominando la nueva normalidad.
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