¿La subida del precio del transporte público podría ser el detonante de una revuelta social en Pakistán?, o ¿es tan sólo un reflejo mistificado de la lucha de clases instigado por intereses castrenses para acotar aún más el poder del gobierno democrático?
Las brechas en el sistema siguen salpicando al acorralado gobierno de Zardari que intenta evitar la crónica de una muerte anunciada. La soga se desliza inexorablemente sobre la sombra que proyecta la desacreditada figura del presidente.La crisis del azúcar, la falta de abastecimiento eléctrico, la carestía de agua y la polémica ley de Reconciliación Nacional socavan la imberbe democracia, en un país de denotada herencia militar con altas dosis de alarmantes diferencias sociales.
Si bien los dos días consecutivos de disturbios por la subida del precio del transporte consiguió colapsar las vías principales y las zonas aledañas a la capital, la inestable situación que atraviesa el país no deja margen para una frágil atalaya de esperanza.
Neumáticos quemados, barricadas, cortes de carretera y un aluvión de piedras perdidas volvieron a dejar de manifiesto los volátiles ánimos de los paquistaníes que iniciaron las protestas en Faizabal para acabar bloqueando las arterias de Murre Road.
Por unas horas y tras ineficaces cargas policiales y una constante lluvia de gases lacrimógenos, la situación se tornó insotenible. Los manifestantes cargaron con todo lo que encontraron a su paso e impidieron el acceso a las ambulancias, que veían como la muchedumbre enloquecida, resquebrajaba los vehículos.
"Tras el aumento del petróleo y los precios del diesel a principios del mes de marzo no podemos permitir que nos suban el precio del transporte público", afirmaba un estudiante mientras evitaba que le brotaran las lágrimas por el efecto del gas lanzado.