Revista Cine

Cosas de abuela

Por Cartas A 1985 @AntonCruces

Deje que te cuente para que tú veas…

Así empezaba la canción de Wilfred y la Ganga que en 1989 sonaba en todas las discotecas. Yo, en 1989, no iba a discotecas, pero tenía unos amigos malotes en Placeres que como tenían cuatro pelos en el bigote (y dos en los huevos) se colaban para después restregarme su aventura.

-Hemos estado en la discoteca de Marín bailando “La abuela”.

Suertudos.

Un malote de 1989 hacía eso: colarse en las discotecas, robarle cigarros a sus padres y bailar “La abuela”.

Ayer estuve con “La abuela”, la auténtica.

Matilde tiene 96 años, pero aparenta 95. Ahora esta muy arrugadita y con el pelo blanco, consumida y aguantando lo que le quede. Apenas tiene fuerza para hablar y me da pena verla así y es que (esto que no salga de aquí) mi abuela era una mujer de mucho carácter. Me acerco, le doy un beso y la vacilo un poco, pero ella ya no se entera. Hace años me hubiese dicho: ¡Ay que informal eres Antonciño! Y es que la abuela…era mucha abuela.

Abuela

 

1987, fin de año

Soy un preadolescente. A mis casi trece años me parece un insulto que me sienten en la mesa de los pequeños, pero ellos, “los mayores”, lo vuelven a hacer. Ya me empiezan a quedar grandes las piernas para esa mesa de enanos. Mis hermanos y mi prima hablan de chorradas que no me interesan: dibujos animados, muñecos y tonterías así. Inmaduros. Maldita mesa de infantiles.

Abro mi tebeo de SuperLópez por el segundo capítulo, para abstraerme de tanta tontería. La voz de mi madre me saca de la lectura.

-Antón, por favor, no se lee en la mesa.

-Vale mamá.

Se lo digo, pero no le hago caso, últimamente estoy muy rebelde, como decirlo…muy Kirk Cameron.

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Retomo mi lectura, pero nada. Me aburro como un árbitro en una biblioteca y solo espero que lleguen pronto los regalos. La abuela siempre se enrolla.

La gente se sorprende cuando explico que en mi familia el día grande de los regalos es el 31 de diciembre. Tiene una explicación lógica: es cuando estamos todos juntos.

Mi padre hace acto de presencia:

-Antón, por favor, no leas en la mesa.

Cierro otra vez, pero dejo el dedo gordo como marcapáginas. Menudo soy yo.

 

Este año he pedido una batería. No me la van a traer, pero es que hace un mes decidí que si realmente quiero entrar en “Europe” tengo que aprender a tocar algo.

La cena pasa deprisa entre discusiones, gritos, marisco, croquetas y los eructos de mi abuelo, que siempre está igual el tío.

Uno de los primeros regalos nos lo da Sabrina a todos. En realidad son dos regalos, a mi tío se le cae la baba y el abuelo hace como que no mira, pero yo sé que sí. Un brillo en su ojos le delata y la abuela da una colleja. Otro eructo. Lo interpreto como un: a tu salud Sabrina.

Los regalos van desfilando: Juegos, los muñecos de Secret Wars, un muñeco hinchable imaginario para mi hermano…

-Antón, ¿y tú que nos has comprado a nosotros?-pregunta mi tío.

-¿Yo?

Me han pillado. Solo me queda una baza, rastrera sí, pero es la única.

-Pero si solo soy un niño- digo con cada de pena y mi mejor mirada de perro pachón.

Mi abuela me toma la mano y me dice que aún falta un regalo. Qué raro. Suelen estar todos juntos. Salimos hacia el rellano y me dice que suba las escaleras que llevan a dónde está la maquina de los ascensores. Subo intrigado y allí hay cuatro cajas que se me antojan gigantes. Mi abuela tiene la sonrisa puesta en la boca.

-¿Qué será Antonciño?

-No sé abuela-  digo nervioso.

-¡Pues vete a abrirlas! O mejor aún llévalas al salón y las abrimos allí.

Esa operación me lleva 30 segundos, abro la cajas y …no me lo puedo creer. ¡Una batería!

El jolgorio que se monta no tiene precedentes. Mi tío me ayuda a montarla y me explica qué es la caja, las baquetas, el charles (que no tiene por cierto) y empiezo a aporrearla. Mi felicidad contrasta con la cara de Bogart de mi padre que se está cagando en la puta. Una pierna cruzada sobre la otra y con cara de mala leche. Le lanza una transparente mirada a mi abuela en la que le increpa: ¿Cómo se os ocurre comprarle una batería al niño? Y mi abuela, que menuda es ella, le responde con otra mirada que dice inequívocamente: Calla o te corto los huevos Manuel José.

Fue la Navidad más feliz de todas no os voy a engañar. Por Sabrina y por la batería.

Mi abuela venía a verme al colegio cada vez que tenía que ir al oculista y pasaba por Pontevedra. Me dejaba cajas de Huesitos y una propina (muy generosa). Durante la carrera nos mandaba por medio de una amiga cajas repletas de comida (empanada, tortilla, chocolate, yogures…que se comía mi hermano Paco Biosca) y una buena propina que me salvó la vida en más de una ocasión. La abuela siempre estaba pendiente.

La abuela sigue pendiente de todo, pero ya no da para más. Otro día os cuento más de mi abuela.

Cuidad a las vuestras.

Por último una anécdota:

Eran los 90. El Depor la estaba liando en la liga y allí que nos fuimos tres amigos y yo a ver el partido. Daré nombres falsos: Fubi, Norber y Mariño. Creo recordar que eramos los cuatro.

Antes del partido pasamos por casa de mi abuela que pretende que tomemos un cocido para merendar. Yo le presento a mis amigos y para meterme con Norber (los chavales en los 90 eramos así de simples, disculpad gays del mundo) le digo:

-Abuela y este es Norber que es gay.

Mi abuela hace como que no oye, pero sigue sacando comida que aquello parecía una boda vasca. Al final empezamos todos a picar, todos menos Norber que no se anima. La frase de mi abuela fue:

-¿Y el mariquita no come nada?

Risas y fundido a negro.

 

Frases de la abuela

¿Merendaste?

¿Qué merendaste?

¿Quieres un yogur?

Como más que no has comido nada.

Toma estos cuartos, no se lo digas a tu padre.

Así vas poco abrigado.

¿Seguro que merendaste?

¿Tienes novia?

Qué informal eres.

Siempre haciendo el payaso.

Come.

¿Estas trabajando?

 

Se aceptan frases de otras abuelas…

¡Salud hermanos!

 


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