Desamor
Le dijo que no podía imaginar
cuánto le amaba. Se lo repitió
de nuevo, pero esta vez
llorando. Por fin, guardó un dolorido
silencio. Él la miraba
distante, con gesto de extrañeza. Después
contestó muy despacio que, en
efecto, era incapaz de imaginarlo.
Indiferencia
Ella le dijo: "Mírame,
por favor". El siguió acostado y fumando
con los párpados caídos.
Cuando la puerta se cerró tras la mujer,
abrió los ojos y expulsó
lentamente, con indiferente suavidad, el
humo de sus pulmones.
Recuerdo
La miró como si fuese una
desconocida. Ella insistió en que
eran antiguos amigos, pero él,
en cambio, persistía en no
reconocerla. Cuando la mujer
se iba, un destello en el cerebro del
hombre le impulsó a llamarla
por su nombre.
Soñando quizás
Se hallaba perdido, y preguntó
al primero con el que se cruzó
dónde estaba. Resultó que se
encontraba en una ciudad a la que no
recordaba haber llegado nunca,
por lo que supuso que soñaba y no
le dio mayor importancia.
Reencuentro
Creyó reconocer a una antigua
amante al otro lado de la
transitada calle. Mientras
esperaba el permiso verde del semáforo,
ella se perdió entre el
gentío. Él corrió hacía el lugar donde la había
visto y desde allí volvió a
reconocer su figura unos metros más lejos.
Cuando quiso llamarla, se
percató de que había olvidado su nombre.
Entonces pensó que era inútil
el reencuentro.
Música
Cambió una sola nota de la
partitura. Nunca logró saber si fue
un fallo o un acto
inconsciente. Cambió una nota musical y todo el
conjunto de la orquesta sonó
distinto. Por ello fue vilipendiado,
criticado y finalmente
expulsado, pero él estaba convencido de que
la composición musical había
sonado mejor con su nota cambiada.
Mal día
El camarero le sirvió con
desdén. El señor que estaba a su lado
le miró de reojo sin ocultar
un gesto de malestar. Antes, al entrar, un
niño le había dado una débil
patada. Este hombre triste tomaba su
amargo café en el mostrador de
una cafetería rodeado por un mundo
hostil.
Dormir y soñar
El día amaneció dubitativo. La
luz incipiente y escasa no se animaba a despuntar y la
atmósfera estaba densa y
apagada. El mundo no terminaba de despertar. Las nubes embadurnaban un cielo
que no se adivinaba, por lo que la noche estiró más sus horas de incertidumbre.
Fue por todas estas causas que, cuando me asomé al balcón, no consideré que el
universo me fuese propicio para iniciar la jornada. Regresé al lecho
lentamente, acomodé mi
cuerpo en la postura más
pacífica y cerré los ojos a la espera de amaneceres más halagüeños.Recopilación de textos
anónimos:Fuente www.escolar.com
En la imágen:Adriana Lima