Revista Opinión
Tos Pulsó una tecla del celular, no para llamar a alguien; a quien? Solo quería saber la hora ycuanto restaba aun de sombras para que la luz del alba, lo liberara aunque fuerepor un poco de tiempo de esa tos perruna, molesta, insistente hasta el paroxismo. La luz de la pantalla del celular iluminó la pequeña habitación del hotel lo suficiente como para mostrar sobre la puerta un cartel que indicaba “Prohibido Fumar”advertencia que con angustia reconoció, nunca tuvo en cuenta.
Libro
Leía un libro comprado al azar “El hombre invisible”. Hacia la mitad de la lectura descubrió su nombre y la descripción de un personaje exactamente igual a él mismo, que caminaba entre muchos otros que tampoco le veían.
El soldado
El soldado en la batalla cayó herido sobre la hierba ya húmeda de tanta sangre. Caído, y sin poder levantarse, pensó por qué y por quién perdía la vida, y en ello no halló justificación a su muerte. Por eso, cuando le fueron a rematar, oyeron que gritaba: "¿Qué hago yo aquí?"
Tiempo comprado
Ella se alisó la falda con las manos, a continuación ajustó la blusa, metiendo la parte inferior por el interior de la otra prenda, después se atusó el cabello y, aunque no encontró de su gusto el resultado final tras los mínimos arreglos hechos, salió a la calle apresuradamente. Dentro quedó él contando el dinero pactado.
Altar Sobre el altar de roca primigenio que alzo por tu amor, deposito la ofrenda de carne, piel y sueños. En lo alto, una estrella fugaz detiene su tránsito durante un breve destello y escucha mi canto nocturno. En mi derredor cunde la vegetación más espesa, se prolonga de manera interminable el bosque denso y, en el claro que enmarca este altar de piedra, mis plegarias se expanden por el contorno y a lo alto. Ya el camino que he seguido hasta ti se ha borrado, cubierto de nuevo por esas zarzas y otros extraños vegetales que todo lo circundan y que parecen moverse en un ritmo temporal ajeno al por mí conocido. Limpio el altar con ahínco, pues la nueva ofrenda espera. Froto, me esmero en la limpieza como signo de devoción. La luz lunar provoca el frío que la brisa nocturna transporta, y mi cuerpo desnudo tiembla cuando se tiende sobre la piedra plana del ara. Me ofrezco. Soy cuerpo a la espera de quien invoco. Recopilación .
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