Revista Salud y Bienestar
Preocupados por algunos de los residentes del Centro Residencial que estaban hospitalizados, el Coordinador y yo fuimos al hospital a visitarlos e interesarnos por su estado. Curiosa experiencia, porque nunca voy al inhóspito hospital. Afortunadamente.
Entramos en el pasillo donde se ubicaba la habitación de 2 de los residentes. Un séquito de personas vestidas de blanco, muy tiesos y repeinados nos miraron, a nosotros y a algún que otro familiar esperando en las puertas de la habitaciones más paciente que los propios pacientes. Uno de estos señores vestidos de blanco y que casualmente parece que ostentaba en su despacho un título de MÉDICO gritó entonces (educadamente, eso sí, que se noten los años en la Universidad):
- Esto es una vergüenza! Cuánta gente en los pasillos! (sin bata blanca, claro) ¿Qué se habrán creido? Voy a llamar ahora mismo al Gerente para que no se permita más esto!
Tenía razón... Qué terrible pecado y delito cometen (cometemos, porque todos somos antes o después familia de algún enfermo) esas personas pacientes, familiares de otras personas igualmente pacientes, mientras preocupados lo único que hacen (hacemos) es molestar en los pasillos, con premeditación y alevosía, a esos señores omnipotentes y buenos buenísimos de espíritu vestidos de blanco. ¿Quién se habrán que son (somos) esos familiares para estar en los pasillos estorbando con tanta maldad a los médicos (y enfermeros, que a veces estamos todos en el mismo carro)?
Sí. Probablemente el señor Gerente tendría que hacer algo. Pero tal vez no contra los que visten de colores..