La rabia, cada vez más espesa, se va apoderando definitivamente de mí. Es una sensación extraña, difícil de controlar y casi imposible de disimular, que va minando mi día a día probablemente al mismo ritmo que avanza el tumor, matando células inexorablemente, comiéndose todo lo que encuentra a su paso, o sea a mí.
Y lo único que puedo hacer mientras tanto es ponerle buena cara al mal tiempo, sonreír sin ganas y fingir que está todo bien. En el fondo creo que lo que hago es la única cosa que puedo hacer porque, de otro modo, seguramente me habría convertido ya en un ser insoportable, gruñón, perezoso y triste.
Y eso sí que no.
El tiempo que me quede pienso pasarlo sin amargarle la existencia a nadie. En el fondo si dejamos de lado el detalle de que tengo cáncer, mi vida es bastante tranquila, sin obligaciones y con mucho tiempo libre. La verdad es que no me puedo quejar. ¿Lo único que me amarga la existencia es el tumor? Pues no pienso en ello y listo.
Es así de sencillo aunque no lo parezca. Naturalmente hay ratos en los que no puedo evitar pensarlo porque se me viene solo a la cabeza y entonces me comen los demonios por dentro y casi que me sale espuma por la boca de la rabia que me entra, pero solo son ratos aislados; el resto del tiempo, es decir casi todo el día, lo paso tranquilo y sereno, como si viviera sin quererme enterar de lo que hay, inocente y feliz. Sí, has leído bien, he escrito “feliz”, porque al final me doy cuenta de que la felicidad consiste en querer lo que uno hace, no en hacer lo que uno quiere, de manera que, entre que cierro los ojos voluntariamente y con mucha fuerza al hecho de que tengo cáncer, y que tengo a mi lado una mujer que me regala la posibilidad de amar y ser amado, resulta que sí, que puedo afirmar que la mayor parte del tiempo soy feliz, precisamente porque me gusta lo que hago casi cada minuto del día.
Y no me creo que nadie sea feliz a tiempo completo ¿a que no? Solo tenemos “momentos felices”. Cuando son muy numerosos entonces afirmamos que “somos felices”, pero en el fondo todos debemos ocultarnos cosas a nosotros mismos, dejar lo malo a un lado a la hora de hacer balance porque, de lo contrario, viviríamos siempre bajo la sombra de la tristeza y de la amargura, llenos de rabia y angustia. De hecho hay gente que vive así, siempre enfadada o siempre triste y yo creo que es porque no han sabido ocultarse a sí mismos los inevitables malos rollos que todos tenemos.
Claro que todo esto no son más que cosas mías. Yo cuento lo que me pasa a mí. Tal vez esté equivocado y no sea algo generalizado. Ustedes dirán.