Revista Salud y Bienestar
La anestesia pediátrica es el punto débil de muchos anestesistas. Su incompetencia y extremado nerviosismo de alguna manera no les impide administrar anestesia a pacientes adultos, aunque sea a trompicones y con muchos sobresaltos.
Pero su mediocridad les impedirá administrar anestesia a niños, porque en anestesia pediátrica se requiere conocimientos, técnica depurada, inventiva y, sobretodo, mucho cariño por el pequeño y notoriamente angustiado paciente. Desde una pequeña dosis de hipnótico vía oral, para facilitar la canulación de vena periférica o para hacer lo menos traumática la separación de la madre, pasando por una impecable técnica anestésica durante la cirugía, hasta un despertar tranquilo con buena función motora y respiratoria y sin dolor.
En el "prólogo" a esta serie de posts se hizo hincapié a la importancia de elegir un buen anestesiólogo en anestesia pediátrica. Un anestesista mediocre con una técnica anestésica calamitosa puede altera la secuencia natural de que "los hijos deben enterrar a los padres" y no al revés.
La pre-anestesia
Es, tal vez, la fase que requiere más técnica e inventiva de parte del anestesiólogo. El niño llega aterrado a sala de operaciones ante la idea de que van a pincharle un brazo o que van a separarlo de su mamá. En este caso una alternativa es la administración de un sedante por vía oral como el hidrato de cloral o una preparación de midazolam (en una solución dulce) que resulta en un niño somnoliento que no opone mucha resistencia a la canulación de una vena periférica o que no se da cuenta de la separación de su mamá o papá.
Pero la manera más común de iniciar una anestesia pediátrica es la "inducción con mascarilla". Con la mamá o el papá en el quirófano consolando al niño (mientras sea posible y no haya contraindicación), se lo invitará a respirar una mascarilla por la que viene oxígeno mezclado con anestésico (el sevoflurano tiene un olor "dulzón" y no es irritante) y se quedará segura y profundamente dormido en algunos segundos. En ese momento el progenitor abandona el quirófano y el anestesiólogo continuará con la monitorización y la colocación de un catéter endovenoso y la anestesia en sí.
Aún me manos muy expertas, la canulación de una vena periférica (pinchar un brazo o una mano) para un niño pequeño es una experiencia muy traumática, por eso pensamos que es preferible hacerlo bajo anestesia. Al inhalar oxígeno mezclado con anestésico el pequeño paciente nunca tendrá sensación de sofocación alguna, pues estará respirando fundamentalmente oxígeno, al igual que un buzo bajo el agua o un pasajero de avión al que le brindan una mascarilla por algún incidente durante el vuelo.
Continuará en el próximo post...
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