No soy plegable, ni me escondo en el bolsillo a la espera de que me llamen.
Cuando me necesitan acudo, aunque mejor no abusar porque puedo desvanecerme si tengo la sensación de que se me utiliza.
Por mucho que me ignoren no desaparezco. Al contrario, me impaciento, me pongo de mal humor y me siento triste porque creo injusto que los que ahora me piden, luego sean incapaces de dar.
Tengo sueños y son tan importantes como los tuyos.
No tengo sentimientos intermitentes que me permitan recibir cariño por ráfagas. Me gusta recibir una cantidad de amor constante. Sin exigencias, con respeto. Y esta parte no es negociable. La dignidad no se regatea.
Me gusta que me escuchen y me miren cuando hablo. Y espero ser capaz de hacer lo propio.
Me equivoco, lo sé. Si algún día dejo de admitirlo, espero que me lo digas y que seas capaz de escucharlo mismo de mis labios sin echar a correr o poner esa cara de niño triste.
Decido yo si me complico la vida. Es bueno hacerlo por lo que merece la pena. Si mereces la pena, me la complicaré por ti, mucho si hace falta... Lo sabes, lo he demostrado. Lo haré hasta saciarme de problemas... Hasta meterme en el lodo y arrastrar el carro más pesado colina arriba. No escatimo en lealtad y me gusta que la gente por la que doy la cara tampoco lo haga.
Aunque, la verdad, estoy convencida de que gran parte de lo bueno en la vida es sencillo, básico y se explica con una mirada.
Me gustan las aventuras, pero pregúntame antes de meterme en ellas y poner la otra mejilla. El trayecto es corto y quiero decidir yo si quiero pasillo o ventanilla. El tren se escapa... No discutamos por memeces.
Yo escojo mis retos. Yo decido qué me define, qué me llena, qué ocupa mis pensamientos y qué me mueve. Vivo mi vida y no espero que nadie lo haga por mí, pero si lo necesitas, sé ponerme en tu lugar para comprender tus miedos.
Creo que puedes reírte de todo en la vida, sobre todo de ti mismo, pero hay algunas cosas y personas que son sagradas. Que están por encima de cualquier moda, mal momento, crisis o vapuleo que te da la vida.
Pienso que hay momentos en los que uno tiene que estar donde tiene que estar y no hay matices en eso, los hay en todo lo demás. Creo en la libertad, pero también en el compromiso. Creo que si das palabra, tienes que cumplir. Las dudas, los peros, los porqués se plantean antes de darla... Entonces eres libre de meterte en esta historia o dar la vuelta. Si cuentan contigo, no puedes ir por la vida a medias porque eres una persona entera.
Me gustan la palabras. Son la mejor terapia que hemos inventado desde que pisamos este pedazo de tierra salvaje. Me gustan y creo en ellas. A veces pienso que nos van a salvar de nosotros mismos... He aprendido que a veces con una sola palabra se puede curar el dolor de siglos. Aunque, lo sé, también puede desatar una gran batalla si no sabes usarla. Me paso la vida buscando palabras nuevas y repitiendo las antiguas. Las adoro. Necesito las adecuadas para saber cuando pronunciarlas y conseguir el efecto deseado. Al final, son vivificantes, sedantes al mismo tiempo... Como la risa, como el amor.
Necesito mi espacio, mi tiempo. Hay momentos en los que quiero mirarme y ver que soy la misma aunque esté mutando, aunque me de la vuelta y no me reconozca.
Muerdo. Aunque contigo he guardado mucho los caninos y he soltado demasiado la lengua. He subido el tono, me ha dado por hablar más alto en lugar de más claro. Y sí, clavo poco pero cuando me decido no suelto la presa. Soy de ideas fijas yo también ¿o creías que las poseías tú todas? Sé lo que quiero, sólo tienes que preguntármelo, si te interesa...
Supongo que ya te has dado cuenta de que guardaba mucho, de que tenía mucho pendiente por contarte...
Prometo que no volverán a pasar cien años sin recordarte que existo y que también tengo sueños y necesidades. Para que no se te olvide...
Fuente: Blog de Merce Roura.
C. Marco