Revista Viajes
Naturalmente, mis queridos amigotes, no os quiero condicionar en absoluto sobre qué debéis hacer o qué no debéis si tenéis la suerte de ir a pasar el verano en las costas malaguesas (¿o se dice "malagueñas"? uno es que ya es medio guiri y empiezo a tropezar a veces con mi lengua materna). No. Si lo que os apetece es ir a buscar una abarrotada playa y empezar a discutir el "lebensraum", sobre si la sombrilla está en los milímetros cuadrados que le corresponden a la gente de la lado vuestro, mientras su niño os llena de arena cada vez que corre a la llamada de sus papás, pues oyes, es vuestro libre albedrío. Lo que yo propongo, son cosas adicionales y no exclusivas, con las que vuestro seguro servidor bloguero se ha regocijado y divertido durante este mes que he pasado en Sabinillas, en la provincia de Málaga. Por ejemplo, empecemos:
1. Subir en el teleférico de Benalmádena hasta la cima del monte Calamorro, a 700 m del nivel del mar:
Pero lo bueno es quedarse a ver el espectáculo que organizan con unas cuantas aves rapaces. Ojito, que solo hay dos pases al día en verano, a la una de la tarde y a las 20 horas. Bueno, las 20 horas en Julio. Ahora que los días se acortan, pues quién sabe. Pero vamos, que cuando compré los tickets nadie me avisó de los horarios. Los descubrí una vez arriba.
La primera parte del espectáculo consiste en soltar unos buitres leonados, que se van planeando hacia el cielo, mientras que los pobres humanos nos quedamos con la boca como un buzón.
Pero el punto fuerte son las águilas, como esta que sostiene el domador (¿se llamará domador?):
También hay cóndores y otros bichos volantes, como un buho que se llama Olga (era buha)
El problema es que podéis acabar con la cabeza llena de pájaros:
Y es muy de desear que no tengan algún problema estomacal. En fin, lo mejor es que los veáis en directo en este bodrio de video que hizo mi amigote Lopezia:
2. Ir a la procesión de la virgen del Carmen:
Muy étnico y muy racial:
Hay procesiones de la virgen del Carmen el dieciséis de Julio en prácticamente todos los puertos de la región, pero claro, como vuestro bloguero estaba en Sabinillas, me fui a ver la de mi pueblo. Lo suyo es que se saque en procesión a la imagen desde la iglesia donde pasa todo el año, se lleve al puerto, se suba en un barco y se vuelva en ese mismo barco.
En nuestro caso, el barco tenía que salir del Puerto de la Duquesa, donde las bellas jóvenes del lugar ya estaban preparadas para tan grandioso acontecimiento:
Y efectivamente, la imagen salió, llevada a hombros por unos cuantos marineros (ya, ya lo veréis en el magnífico video que os pondré a continuación, paciencia)
Naturalmente, participar en la procesión no impide seguir la moda de tatuarse:
Pero ¡ay, Sorokin!, lo mejor es descubrir algunas mirada en las que no habías reparado, cuando revisas las fotos en tu casita;
Pues venga, que lo prometido es deuda. Os pongo el video que hicimos entre Lopezia y un servidor (es que somos uña y mugre, como dicen en México):
Y para acabar, pues como la procesión acaba en el castillo, que es donde está la iglesia, os propongo que os vayáis a cenar a "Anká Juanito", que tiene magníficos calamares, puntillitas, almejillas y otras delicias andalusíes. El patrón, además, no me digáis que no se parece al presidente François Hollande. Helo aquí, junto con un turista que pasaba por allí:
3. Visitar Tarifa y la playa de Bolonia:
Ya sé, ya sé lo que me vais a decir que eso no es la costa de Málaga, que eso es Cádiz. Totalmente cierto, os merecéis un diez en geografía. Pero bueno, está a muy pocos kilómetros, ciertamente al alcance de unos buenos conductores como vosotros (porque tren no hay, eso es así). Además, os podéis parar en el mirador que hay en la punta de Tarifa y contemplar la costa de Marruecos, a unos 14 Km, con el Monte Muza (Djebel Mussa) dominando el mundo entre el cielo y el mar (Sorokin, te pasas de rollista)
A mí me gustó mucho Tarifa. Una ciudad con mucha personalidad, mucho ambiente multicultural de buen rollo, muchos bares y bodegas... pero ¡ay! el problema es el viento, que sopla con ganas:
Tiene hasta una cerveza propia de Tarifa:
Luego, podéis seguir hasta la playa de Bolonia, playa de arena fina, donde hay una duna gigantesca que mide como treinta metros de altura y que sigue avanzando hacia el interior. Esos puntitos que se ven, son buenas (o malas, quién sabe) gentes escalando la duna:
Pero vuestro bloguero no fue a escalar dunas, ni montes Muza ni nada. Un servidor había quedado en Bolonia con mi amigo VILOHID, al que no veía desde hace como varias eras geológicas. Quedé en comer con él y su mujer en un hostal muy recomendable, el Hostal Ríos, donde además, me invitaron a comer y a departir durante horas sobre amigos comunes y esas cosas que se hacen cuando reencuentras alguien al que no veías hace mucho. Además, mi amigote es une experto cortador de lenguados. Como se ve aquí. lo hace con dos cucharas. Nada de tikismikis de palas para el pescado y esas tontunas:
Fue un día muy agradable. Prometo volver.
4. Descubrir el secreto mejor guardado de Manilva:
No es que no haya buenos restaurantes en Sabinillas. Los hay y muy buenos, como el Marymar o el Dieguichi, pero el "Nautilus" tiene un encanto especial y se come muy bien por un precio muy razonable:
No está en el paseo marítimo, no está en el puerto, ni en el castillo. Está en una rotonda donde lo que se ve es una floristería y una urbanización de apartamentos. Pero no os lo debéis perder si vais por Sabinillas.
La patrona, que además es la cocinera, Magda, es rumana. Empezó en Rumania, estuvo diez años en Gibraltar y ahora está en Sabinillas.
Magda trabaja sin parar, desde la mañana hasta la noche. En el restaurante hay un cartel que dice que cierra a las once de la noche, pero nada. Te plantas pasadas las once y media y te dan de cenar.
Sus platos son todos excelentes. De hecho, un servidor hace años que no se atrevía a comer una ensaladilla rusa por el aquél de la mayonesa. Magda la hace ella misma
Su lubina al horno, sus gambas al horno con sal, sus pescaditos, todos son deliciosos
La ayudan Xavier y unas chicas de lo más valientes. Ya digo, no os lo perdáis.
5, Leer a Petros Márkaris
Lo he descubierto esta primavera-verano, pero me ha gustado tanto que ya me he leído casi todos los episodios del comisario Kostas Jaritos. Con una mala uva típica griega, el comisario -que está todos los días de bronca con su mujer, Adrianí-, que se lleva fatal con su jefe, pero que en el fondo todos se quieren, desvela misterios en los que siempre hay un componente social: el problema de los emigrantes albaneses en Grecia, el de las minorías griegas en Turquía, etc. Os recomiendo sobre todo "liquidación final" (yo lo he leído en la traducción francesa que me ha gustado menos porque lima un poco la mala leche). Todo pasa en 2010. Kostas se ha comprado un Seat porque, según él, hay que comprar a un país hermano que está sufriendo la tenaza de los del norte. Naturalmente, hay un capítulo dedicado a la final del campeonato del mundo en la que todos -lógicamente- apoyan a España frente a los salvajes holandeses. El criminal, finalmente, es alguien que asesinaba banqueros y gente así. No digo yo que haya que imitarlo, dios me libre, pero denota el estado de espíritu de los griegos.
Y nada más, sino un besote. Me voy a Canadá el sábado. Ya os contaré.