Magazine

Cosas Que Odio De La Maternidad

Publicado el 14 noviembre 2021 por Mamatienemuchosueno

Sí; la maternidad es maravillosa. O por lo menos eso nos han hecho ver. Y, aunque esta afirmación tiene una parte de rotunda verdad, también debemos ser conscientes de que esa misma maternidad implica aspectos que no resultan tan maravillosos, ni de lejos. Aspectos que todas las familias (especialmente las madres y padres) hemos llegado a odiar, en mayor o menor medida, pero a odiar; y son derivadas de nuestra condición de mamás/papás.

Me convertí en madre hace unos 6 años, y en términos generales, la maternidad me parece incomparable a todo lo bueno que he vivido en mis etapas anteriores. Cansada, sí; sufrida, también; difícil, por supuesto. Pero maravillosa, al fin y al cabo. Mi hijo me ha enseñado que la vida es otra cosa, mucho más especial, de lo que yo creía que era antes de quedarme embarazada. Y, a pesar de que en muchos momentos necesite un pequeño respiro para cuidarme a mí en soledad, hasta cuando puedo concederme esos ratitos, él está constantemente en mi cabeza y termino echándolo de menos mil.

La maternidad es, por tanto, como una moneda con sus dos caras tan opuestas que me hacen pasar de un polo a otro tropecientas veces al día, y disfrutar de un viaje en montaña rusa que nunca tiene fin. Y hoy, como me encuentro un poco revolucionaria, quiero hacer énfasis en esas cosas que ODIO de la maternidad; que me ponen de MAL HUMOR, porque lo cierto es que todas tenemos derecho a ello y, si lo expongo, quizás me sentiré un poquito mejor ;).

Cosas que odio de la maternidad

Odio escuchar el llanto de un niño/a

Creo que muchas mamás coincidiremos en ello: Nuestra tolerancia hacia el llanto de un niño es mucho menor de lo que era anteriormente. A mi me pasa a diario. Y no lo digo porque no me guste escuchar un niño llorar; lo digo porque me da tal pena que cambia radicalmente mi estado de ánimo. Basta con escuchar el llanto desgarrador de un niño para que mi instinto de protección más animal se active, y mi mente me impulse a actuar para calmarlo. Y sí, lógicamente pienso que cada familia actúa y educa como buenamente puede y/o quiere, y que por tanto, no tengo licencia para ello. Y no sé si esto me alivia o me ensordece todavía más, pero es algo que odio de mi maternidad.

Lo soluciono intentando que mi hijo no pase por ello y dándole besos, muchos besos.

Odio las formas de educación autoritarias

Este blog se ha convertido en un espacio de refugio personal, donde vengo a desahogarme cada vez que soy testigo de algunas situaciones en las que se aplican formas de educación autoritarias, y por desgracia, no han sido pocas. Ya os conté una situación que viví en la terraza de un bar, en la que una mujer mayor le propiciaba, a su (posible) nieta, toda una retahíla de mensajes que ningún niño/a debe escuchar.

Esta cosa que odio está muy conectada con la anterior, porque generalmente l@s peques protagonistas de estas situaciones terminan llorando o haciéndose pequeñitos ante los agentes autoritarios (familias, generalmente), y a mi se me encoge el corazón. Todos debemos ser respetados, sobre todo en la primera infancia, debido a que nuestra personalidad está formándose y existe alto riesgo de no hacerlo correctamente. La sociedad necesita despertar, entender que la educación autoritaria se sustenta a través de una serie de mitos que hace falta desterrar, para poder crear una sociedad mucho más igualitaria y respetuosa. Se ha demostrado que las formas de educación autoritarias dejan imprentas negativas en nuestra personalidad, que arrastramos durante toda la vida y limitan de manera significativa nuestro funcionamiento.

Odio que me juzguen como madre

Si hay algo que me ha acompañado durante toda mi maternidad es la constante sensación de sentirme juzgada por la sociedad, y más concretamente, con alguna que otra persona que pertenece a mi círculo social más próximo.

Mis problemas con la lactancia me impidieron realizar lactancia materna exclusiva con Bicho, y esto fue una razón para que mucha gente se tomara la libertad de opinar, y aconsejarme sobre lo que nadie le había pedido consejo. Y extiendo esta acusación a algunas enfermeras pediátricas de mi centro de salud, con las que viví una situación horrible que me llevó a urgencias por una subida de tensión en pleno peuperio. Sí, profesionales. Ahí es nada.

Pero los juicios baratos e innecesarios no terminan ahí. Como sabéis, mi manera de educar es respetuosa y positiva, y esto no termina de estar bien visto en la sociedad (espero y deseo que, con el tiempo, se consiga), por lo que ha sido (y sigue siendo) razón para que muchas personas juzguen. Si realizo un conteo de los juicios que me han emitido, quizás el más escuchado sería «tienes que ser más dura con él«, lo que indirectamente implica ideas como «debes enfadarte, debes castigarle». Estas formas de educación no van conmigo, no me ha hecho falta ponerlas en práctica para conseguir que mi hijo posea un comportamiento ejemplar y unas emociones sanas y felices. Por ello, en base a mi experiencia, cada vez que escucho esos juicios me dan ganas de ser grosera, por qué no decirlo…

Fruto de esta sensación de constante juicio social nació mi entrada «Mensajes que una madre/padre NO necesita oir«, que os recomiendo leer.

Odio las dificultades laborales que tenemos las mamás

Cuando miro hacia atrás y recuerdo la idea de maternidad que tenía cuando todavía no era madre, me doy cuenta de los enormes aprendizajes que he ido acumulando durante estos casi 6 años de maternidad. Muchos de estos aprendizajes me han hecho comerme con patatas todo eso que decía antes de tener a Bicho entre mis brazos, y entre ellas (¡¡ay, ingenua de mi!!) que la conciliación no será tan difícil como la pintaban.

Pero vaya, después de perder un trabajo por querer cogerme los 4 meses de baja por maternidad que me tocaban por ley, y de sentirme juzgada en muchas entrevistas de trabajo por la existencia de Bicho, toda mi idea de mundo idílico cambió y me topé con la realidad.

Y la realidad es que, en muchas ocasiones (por lo menos desde mi experiencia), ser madre es sinónimo de dificultades laborales, porque encuentras más trabajas para conseguir un trabajo con puestos reconocidos.

En mi post «Hablemos de conciliación» hablo de todo esto… ¡pásate por allí!

Odio el sufrimiento constante por la seguridad FÍSICA Y EMOCIONAL de Bicho

¿Que madre/padre no sufre por sus hijos e hijas? La m(p)aternidad implica sufrir, sufrir y sufrir, y no terminar de hacerlo en muchos años, porque una es madre y uno es padre durante toda la vida. Y hablo de m(p)aternidad desde ese mismo momento en el que se es consciente del embarazo, porque aquí es donde empecé a sufrir yo, y aún hoy no he parado de hacerlo (y lo que me queda).

Primero fue por la salud del feto (pasé el primer trimestre sin síntomas y muy angustiada porque esto me hacía pensar que lo había perdido), luego por la salud física y emocional de mi hijo ya nacido, y cuando descubrimos su condición de Necesidades Educativas Especiales, nuestro sufrimiento cobró otro nivel y otros miedos aparecieron en la lista.

Total, que tengo la sensación de haberme metido en un callejón sin salida en lo que respecta a mi sufrimiento maternal, aunque, por contra, es cierto que el amor que siento hacia mi hijo y la alegría que me da a cada instante, ganan la partida por goleada.

Odio no tener un momento para mi

La maternidad, en muchas ocasiones, demanda un ritmo frenético. Por lo menos así está siendo en mi experiencia.

De repente, los quehaceres de un hijo ocupan tanto tiempo que a una no le quedan momentos para dedicarse a sí misma. Y entonces hay que hacer malabares para criar, trabajar, cocinar, limpiar, ir a la peluquería, ir a comprar, e incluso ducharse en soledad. Sí, aunque en casa cooperen todos (que es como debe de ser).

Y más aún; cuando consigo salir a comprar cosas para mi (¡eso que tanto nos gusta!), me sorprendo al llegar a casa y comprobar que todo lo que hay en la bolsa es para él, y nada para mi. Me ocurre el 95% de las veces.

Aunque nos concedamos tiempo para nosotras, nuestros hijos siempre están en nuestra mente y seguimos con la condición de maternidad activada. Total, que resulta realmente difícil despojarnos de nuestro atuendo maternal y volver a sentirnos nosotras, en cuerpo y alma.

Odio tener que seguir horarios

Yo siempre he sido una persona libre, en el sentido de que he odiado las rutinas, los relojes, el paso del tiempo. Me gusta no seguir horarios estrictos, porque esto siempre me ha permitido poner en primer plano las necesidades de mi cuerpo frente a las que marca el tiempo. Lógicamente, existen algunos factores que han dominado (y siguen dominando) el tiempo de mis días, como el trabajo y otras responsabilidades; no obstante, al terminarlas, me despojaba del reloj y me volvía libre.

Ahora, claro, esto no lo puedo hacer porque las responsabilidades son más, al ser responsable de mi hijo. Y soy consciente de que él sí necesita una rutina, que su cumplimiento depende de mi.

Desde que Bicho nació, sigo horarios las 24 horas del día; el reloj se ha vuelto mi amigo del alma y ya no he vuelto a sentir esa sensación de «voy a hacer lo que me plazca cuando me plazca, porque para algo es mi tiempo libre«, porque tiempo libre ya no tengo…

Odio no poder seguir el ritmo social de mis amistades

Salir con mis amistades… ¿Qué es eso? Ya ni me acuerdo.

He sido la primera en ser mamá de mi grupo de amigos. Casi 6 años después, sigo siendo la única.

¿Qué os puedo decir de mis amigos? Para mí son los mejores. Son personas sanas, que no beben, que no fuman, que sus planes se limitan a salir de viaje, salir a cenar, dar una vuelta por la noche, ir al cine, y a casa. Nada fuera del otro mundo, pero en ocasiones hasta estos planes se hacen cuesta arriba cuando eres madre de un niño que si no se acuesta a su hora llora y pasa mala noche, y al final no te queda otra que anteponer una noche de paz a una salida.

Mis amigos siguen quedando, siguen saliendo, por supuesto. Pero nosotros no siempre podemos unirnos. Hay planes que se nos escapan de nuestras posibilidades: ir al cine a ver la película que quieren ver mis amigos no es una opción viable con un niño de 5 años, y tampoco voy a meterlos a ver La Patrulla Canina. Y. como esta, toda una retahíla de cosas. Aunque sí que salimos a cenar, siempre que lo hacemos terminamos pidiéndoles cenar pronto para volver pronto. Me siento pidiendo favores y cambiando las rutinas del grupo por mi bebé. Aunque ellos acepten de buena gana, al final una se siente muy en deuda.

Algunas veces he dejado a mi hijo con mi marido y he salido a cenar con amigas mías, y aunque me lo paso bien, tengo el pensamiento en casa, en si mi hijo se estará durmiendo bien o estará dando guerra. Y es que, además, estoy tan cansada del ajetreo diario que llegan ciertas horas en las que ya estoy deseando volverme.

En fin; la maternidad es maravillosa, pero también trae consigo su lado más difícil; sus cambios bruscos, nuestra capacidad de sufrimiento por cosas insignificantes y, en definitiva, nuestro cambio de vida.

¿Y tú, qué cosas odias de la maternidad? Cuéntamelo en comentarios. ¡Estoy leyéndote!

Cosas Que Odio De La Maternidad
osas qu

Volver a la Portada de Logo Paperblog