Desde hace no demasiado, parece que las corporaciones municipales y los gobiernos se han concienciado de que es importante reciclar nuestros residuos para tener un planeta “mejor” y parece que ya no hay municipio que no tenga sus cubos de basura separados en, al menos: vidrios, embases, papel y “resto de cosas”.
Al margen de que los “conspiranoicos” digáis que esto se hace por lobbies poderosos del reciclado que están ganando millones de € por esto y demás historias que desconozco si son verdad o mentira (francamente, me da igual si con ello el mundo es un poco más “eco”), hoy quiero hablar de los hábitos de consumo que teníamos cuando yo era pequeño, bastante menos “de usar y tirar” que ahora, en una época en la que los procesos de industrialización con países del tercer mundo haciendo de proveedores de cosas baratas quizás estaban menos asentados (o al menos llegaban menos a España).
Por qué tirar, cuando puedo reutilizar
Nuestras madres nos dicen que antes las cosas duraban más, y en principio, esto era verdad. Al margen de que conceptos como “obsolescencia programada” por aquél entonces sonasen a chino, las cosas se fabricaban para que durasen, y ésto se aplicaba tanto a elementos de ropa como de productos de embasado, que se rellenaban casi indefinidamente, definiendo un modelo de negocio que hoy en día no existe: el de los embases retornables, que en la tienda se rellenaban del producto que fuese, que era por lo que realmente pagábamos… Así que voy a poner hoy unos cuantos ejemplos de éste tipo de productos, que seguramente a los lectores que hayáis nacido pasado 1990 os sonará a broma… Pero así era:
La gaseosa / sifón
El agua carbonatada no es algo que se haya inventado ayer, pero sí que la famosa “Casera” que hoy se ha reinventado para adaptarse al siglo XXI vendiendo versiones “light” y tintos de verano ya hechos por aquel entonces se vendía junto a otras marcas como “La Revoltosa” en una tienda del mercado en la que las bebidas se vendían en envases normalmente de vidrio, los cuales estaban pensados muchos de ellos para rellenarse y pagar sólo por el producto.
Esto ocurría, por lo menos, con el vino, las gaseosas y el sifón (agua carbónica no dulce que se usaba para el bermút, algo muy tipico de Madrid). De hecho, estos sifones rellenables son la mejor manera de conservar el gas a las bebidas carbónicas, y se están volviendo a poner de moda ahora, después de ventipico años más olvidados que nada…
Hoy en día si vais al Rastro de Madrid, en la zona de los anticuarios es muy típico que os encontréis con las icónicas botellas de La Casera o La Revoltosa por unos 20-30€ y los sifones, si están en buen estado, incluso más… ¡Así es la vida moderna de cara!
La casera y su botella de cristal lleva con los Españoles “toda la vida”, y de hecho en más de una nevera hoy en día sigue siendo la botella “del agua”… De propinilla vamos a poner dos anuncios ochenteros de su campaña “Si no hay Casera, nos vamos”, especialmente memorable el del restaurante…
La leche fresca, en bolsa
Éste envase no es que se rellenase estrictamente pero sí que ha variado de cómo lo consumimos ahora… Antes existían unas tiendas llamadas “lecherías” donde vendían lógicamente leche y productos derivados de la misma.
La leche muchas veces era FRESCA y tenía que estar refrigerada. Pues bien, la leche así se vendía en unas bolsas de plásitico muy finitas, que se colocaban en una especie de “jarra” de plástico para ellas, cortando la punta de la bolsa y echándola desde ella…
Hoy en día se sigue vendiendo leche fresca como algo “premium” pero vienen en botellitas de plástico desechables, nada que ver… Aunque he visto en Google que algunas empresas la siguen vendiendo así, en bolsas, pero desde luego no en los mercados “normales” a los que suelo ir…
De todas maneras no era muy práctico y a veces la leche se derramaba, por lo que entiendo que se haya cambiado al tetrabrick, que además de conservar la leche sin refrigeración gracias al UHT, además es más práctico para servirla.
Rodilleras y coderas: prolongadores de vida de lo textil
Los niños de antes teníamos menos camisas y pantalones que ahora, pero hacíamos el mismo uso (o abuso) de superficies ásperas que hoy en día, por lo que hacer agujeros en rodillas y codos a la ropa era algo normal…
Pero lo que hoy normalmente es sinónimo de tirar la prenda a la basura, antes era un ritual distinto, que empezaba por la bronca de tu madre por romper lo que fuera, y acababa yendo al zapatero a por un par de rodilleras/coderas para ponerle a la prenda.
Las rodilleras/coderas eran unos parches que se adherían a la prenda por un termoadhesivo que aplicaba con la plancha y que tapaba el “destrozo” hecho, al margen de reforzar la prenda para que aguantase más. Las había listas en diferentes colores y algunas más “cool” tenían ilustraciones de las series de dibujos del momento. A saber (entre otros):
Spiderman
Batman y Robin (la versión setentera con las onomatopeyas de las hostias puestas en pantalla)
Mazinger Z (si lo ves hoy, te digo yo que te decepcionas)
Caballeros del Zodiaco, etc…
Con ellas ganábamos todos: las madres aguantaban la ropa un poco más y nosotros teníamos en ese feo pantalón de pana marrón un dibujo de los Gi-Joe. ¿Se puede pedir más?
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¿Sigues teniendo “menaje nocillero” en casa? ¿Nunca te cargaron un sifón y piensas que es una utopía? ¿Las únicas coderas que has visto en tu vida son las de tu americana de El Ganso? ¡Háznoslo saber!