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Una de las primeras frases que se lee de Pablo Neruda en la Sebastiana, su casa de Valparaíso, es que él se consideraba, con orgullo, “cosista”.
¿Pero por qué “cosista”? Porque, simplemente, juntaba cosas, muchas cosas, de distintos lugares del mundo. Enterarnos de esto nos encantó y, automáticamente, nos sentimos plenamente identificados porque nosotros juntamos muchas cosas. Y los viajes son una excusa ideal para aumentar la cantidad de cosas en nuestro hogar.
Algunos lo llaman coleccionista, pero el término “cosista” me atrapó más, no sé… tiene un “no sé qué…”. Desde chica me gustó guardar cosas, muchas cosas, nunca supe bien por qué, pero yo las guardaba. No eran cosas “útiles”, eran cosas que solían tener una carga emotiva especial. A lo mejor debo pensar que la causa es la herencia paterna. Cuando era más joven, mi papá coleccionaba estampillas, billetes, monedas, postales, banderines y boletos, entre algunas cosas más. Y, al parecer, yo no me quería quedar atrás. Un día, hace ya muchos años, le dije que había decidido continuar con su colección de postales. Muy contento y serio me dijo: “Me parece perfecto, pero una colección de postales no es guardarlas una arriba de la otra en una caja”
“Ah, ¿no?”, le dije yo sorprendidísima.
“No”, me respondió tranquilo. Y, palabras más palabras menos, me aconsejó que, por ejemplo, debía preparar una carpeta y colocar cada postal en una hoja con su título correspondiente y, en otra hoja, podía escribir una breve descripción del lugar. Me pareció demasiado trabajo, pero puse manos a la obra y hoy en día tengo una carpeta ordenada donde pueden ver mis postales y sus textos explicativos (además de observar cómo evolucionó, o involucionó, mi caligrafía con el correr del tiempo…).
Pero mi afán de juntar cosas no se terminaría… los años fueron pasando y yo me dediqué a coleccionar recortes de diarios sobre temas que me interesaban (¡algunos todavía los tengo!), monedas y latas de cerveza (cuando nos mudamos a la casa actual de mis padres, mi mamá me dijo: “las latas o vos”), entre otras cosas. Ya de más grande y cuando llegaron los viajes al exterior me vi ante el gran descubrimiento de que viajar me iba a permitir guardar un montón de cosas… y con Dino nos volvimos más “cosistas” que de costumbre. Así que de cada país tratábamos de traer:
- Un diario (como cumplo años en marzo y es el mes que casi siempre elegíamos para viajar solía traerme el del día de mi cumple). Muchas veces usábamos parte de ese diario para forrar el álbum de fotos correspondiente a ese país.
- Una postal.
- Un billete y/o moneda.
- Una botella de la cerveza más tradicional.
- Un paquete de cigarrillo (aunque no fumamos).
- Un vaso para chupito (aunque no bebemos casi ninguna bebida alcohólica).
- Una “cajita” (para adorno, porque siempre están vacías).
- Un libro de los principales museos (sólo cuando no eran muy caros).
- Una bufanda del equipo de fútbol más popular. (En este último viaje nos regalaron dos de fútbol y una de hockey sobre hielo, lo lindo es estas “cosas” es que nos hacen recordar personas y momentos).
- Y las infaltables bolsitas con los mapas, planos, tickets, boletos, etcétera, etcétera. (En este último viaje juntamos muuuchos papeles…)
Por lo que se podrán imaginar, nuestra casa de minimalista no tiene nada.
Sólo algunas fotitos…
El problema surgió cuando decidimos hacer el último viaje, que fue por muchos países y durante mucho tiempo, por lo tanto no podíamos traernos todo de cada país porque, por un lado, implicaba gastar dinero en alguna de esas cosas y, por el otro, era imposible cargarlo… así que muchas de nuestras colecciones quedaron “incompletas”, pero con otras implementamos algunos cambios y funcionaron muy bien. Fue el caso de las cervezas. Ya que era imposible cargar una botella de vidrio por país en la mochila durante un año y medio, decidimos tomar la sugerencia de unos amigos estadounidenses que se alojaron en casa por couchsurfing. ¿Qué sugerencia me dieron? Que no me traiga la botella, sino la etiqueta de cada cerveza. ¡Y así hice! En cada país que tomaba una cerveza me guardaba la etiqueta y en la parte de atrás le escribía la fecha, el lugar y el motivo de esa cerveza (siempre había algo para festejar).
(Las fotos se las debo porque los dos paquetes con etiquetas de cervezas están en Venezuela).
El hecho de juntar este tipo de recuerdos (porque son eso, recuerdos de momentos vividos) no es lo mismo que gastar dinero en ropa o en aparatos tecnológicos, no se relaciona con el “consumismo” (por llamarlo de alguna manera), sino con el querer “atesorar recuerdos” más allá de lo que pueda atesorar nuestra mente.
¿Qué se traen ustedes de los viajes? ¿También son ”cosistas”? ¿Qué cosas juntan? ¿O por qué no juntan nada?
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