Los productos de higiene y belleza han existido desde hace siglos, siendo modificados poco a poco gracias a los avances tecnológicos, las innovaciones y nuevas necesidades de los consumidores. Durante tantos años en el mercado, han aumentado los niveles de producción y de consumo de estos productos, en conjunto con el uso de químicos y sustancias nocivas para el medio ambiente, muchos ingredientes provienen de la industria petroquímica, dejando en desconocimiento sus efectos a largo plazo; así comienza el auge de utilizar microplásticos, (que son diminutas partículas de polímeros que se mezclan con nuestros productos) justificado por su fuerte capacidad para limpiar a profundidad la piel. En el momento en que las microesferas llegan al océano no pueden degradarse, provocando así el maltrato a los ecosistemas marinos e indirectamente a los humanos que después ingerirán comida proveniente de los océanos.
Hay una conciencia colectiva de que los químicos contaminantes en la producción de cosméticos generan contaminación no sólo en el agua, también en el aire y en los suelos. Es por lo que se ha dictaminado por la UE que el plazo máximo para eliminar los microplásticos sea en el año 2020. A todo esto, yo me pregunto, si es bien conocido el daño, ¿por qué se ha seguido con la producción de esos productos incluyendo las partículas mencionadas? Me parece que la respuesta tendrá que ver con dinero en gran parte puesto que la utopía que se busca hoy en día no consiste en apoyar el bienestar por la adición y subversión del actual modo de vida, sino en creer que el crecimiento de la producción social aún puede aportar el superbienestar, y que dicho crecimiento es materialmente posible.
En este sentido, es preciso señalar que estos microplásticos son fabricados con un proceso de refinado de petróleo y se encuentran particularmente en exfoliantes, geles de baño, dentífricos y detergentes. Los principales son: Polipropileno, policarbonato, poliestireno, poliéster y nylon. Todos estos sustituyen a micronizados naturales de semillas y frutos que aumentan los costos de producción (almendras, avena, entre otros), en pocas palabras, se utilizan estas partículas por ser versátiles y económicas, no solamente por sus propiedades para limpiar al actuar como limas o cepillos en la piel, a pesar de que todo proceso productivo implica la destrucción este se señala como un catalizador para destruir ecosistemas marinos y la propia salud de los seres humanos.
. El expresidente de Estados Unidos de Norteamérica, Barack Obama, firmó en 2015 la Ley conocida como Microbead-Free Waters Act que prohíbe la fabricación y uso de productos de consumo que contengan microperlas de plástico desde Julio de 2018 y su venta a partir de 2019; también el Reino Unido ha anunciado que prohibirá los microplásticos en productos para el cuidado personal a partir de este año.
Otros países como Australia, Austria, Bangladesh, Bélgica, Canadá, China, India, Indonesia, Francia, Países Bajos, Noruega, Suecia y Taiwán ya están considerando esta prohibición y ha habido iniciativas por parte de organizaciones como Greenpeace o Beat the Microbead, que con sus campañas mundiales buscan concientizar a los consumidores para dejar de utilizar productos que contengan microesferas de plástico.
En nuestro país, hace apenas unos meses que se inició un estudio para conocer la concentración de microplásticos en la Bahía de Ensenada en Baja California. Este es el primer análisis que se hace al respecto y se espera que los resultados estén listos en la segunda mitad de 2018, para después poder estudiar el daño que han causado en la flora y fauna marinas ya que aún no se tienen cifras concretas que nos indiquen los niveles de daños que han alcanzado las aguas mexicanas.
En México, la industria cosmética y de cuidado personal tiene un valor de mercado de US$ 9,000 millones, según datos de la Cámara Nacional de la Industria de Productos Cosméticos (Canipec), las compañías más importantes del sector tienen unidades de producción y venta en territorio mexicano como Henkel, P&G, L’Oréal, Unilever, Natura, Johnson & Johnson, Revlon, Coty, Beiersdorf, Avon, Esteé Lauder, por mencionar las más conocidas. Este es un sector que representa 2.14% del PIB manufacturero y es superavitario, ya que durante 2016 se exportaron US$ 2,561.7 millones y se importaron US$ 1,496 millones, siendo México el primer exportador en América Latina, lo cual me da pie a imaginar que también quieren adentrarse en el asunto de “ahorro de costos con materias primas más baratas”. Por suerte, compañías como Estée, Unilever y P&G, han firmado su compromiso ambiental y se comprometen a fabricar productos libres de estas esferas, pero también libres del testeo con animales. Más firmas conocidas están volteando a ver el aspecto proambiental como una buena salida, tal vez no por amor al planeta, pero sí por amor al dinero que todas las personas interesadas en cuidar nuestros ecosistemas y rostros/cuerpos van a poner en sus bolsillos si se comprometen a realizar un cambio significativo.