Casi a diario, la plataforma de Médicos Unidos por Venezuela reporta uno o más fallecimientos dentro del gremio. Esta organización está impulsando la recaudación de donaciones y fondos para comprar equipos de protección para el personal sanitario que todavía le falta enfrentar la larga cresta de la epidemia.
Este lunes se escucharon aplausos en el Hospital Universitario Pedro Emilio Carrillo, en Valera, donde un grupo de profesionales de la salud despedían al enfermero Víctor Prato, de 47 años de edad y 15 de servicio. En una camilla, dentro de una bolsa negra, iba el cadáver del trabajador del hospital, que a principios de mes había ingresado con insuficiencia respiratoria.
El homenaje póstumo quedó grabado por sus compañeros en un video que circuló por las redes sociales. Su muerte aumentó la penosa contabilidad que han hecho los gremios de la salud durante la pandemia.
Se cuentan 76 bajas en el personal sanitario de Venezuela por el Covid-19. No todas figuran en el registro. A cinco meses de que se detectó el primer caso, solo se han confirmado oficialmente más de 35.000 contagios y 297 muertes. Y las de los sanitarios no se discriminan en los boletines diarios.
En Venezuela, no hay aplausos espontáneos para los médicos, ese homenaje ciudadano que de Madrid a Buenos Aires ha recibido el personal que está en la primera línea de la pandemia en cientos de ciudades.
Sin embargo, los profesionales de la salud no quieren aplausos, sino el equipo de protección personal que han exigido desde el comienzo de la pandemia.
Los primeros venezolanos muertos por el virus se contaron entre médicos en el extranjero, como huella del enorme éxodo que ha sufrido el país. Pero dentro de Venezuela, los fallecimientos de profesionales sanitarios están muy por encima del porcentaje que registran Colombia, Perú, Chile o España, donde no llegan al 1%, con números de casos y muertes totales significativamente mayores.
En números absolutos, los 76 fallecidos del sector que cuenta el gremio sanitario ya superan los 65 que se habían registrado oficialmente hasta julio en España, que tiene 10 veces más casos que Venezuela.
“Los números nos indican que tenemos la tasa más alta de mortalidad por Covid-19 entre trabajadores del sector salud” en la región, ha denunciado el diputado y médico José Manuel Olivares.
“Los médicos en Venezuela tienen 30 veces más riesgo de contagiarse y 111 veces más riesgo de morir por Covid-19”.
Un solo traje para la guardia
En Venezuela, el virus llegó a hospitales sin suministro regular de agua, jabón, desinfectantes, guantes ni mascarillas, una situación que no ha variado mucho luego de cinco meses de confinamiento.
El personal sanitario se enfrenta ahora a la etapa exponencial de reproducción de casos y las camas, e incluso espacios habilitados para la emergencia como hoteles, ya están casi copados de pacientes infectados. La falta de equipos de protección pone a los sanitarios ante un dilema adicional.
A principios de julio, durante una guardia en el Hospital José Ignacio Baldó de Caracas, un centro de referencia nacional en especialidades respiratorias, que fue designado como centinela para el Covid-19, solo había un traje blanco de polipropileno para entrar a la sala con 32 enfermos.
“Ese día decidimos dárselo a la enfermera para que pudiera administrar el tratamiento y a rezar para que ninguno se descompensara porque los médicos no teníamos cómo entrar de forma segura”, cuenta la neumonóloga Ana Vielma, presidente de la Sociedad Médica del hospital.
Las aseadoras no pudieron limpiar la habitación esa noche por falta del traje de bioseguridad. Tampoco había agua para hacerlo.
Al comienzo de la epidemia en el país, en marzo, los médicos de este centro se negaron a atender estos pacientes porque ya tienen una carga alta con otras patologías respiratorias en un país donde la tuberculosis, por ejemplo, va en aumento desde hace varios años.
Les faltan insumos -la dotación no incluye las mascarillas N95- y también falta personal, que es lo que más preocupa a Vielma. El enorme boquete que ha dejado la migración venezolana se resiente en medio de la pandemia en los hospitales, donde hay servicios cerrados por falta de estudiantes y la mayor parte de la planta profesional ha debido quedarse en casa. Son mayores de 60 años y, por lo tanto, población de riesgo. “No tenemos casi personal joven, nos quedamos sin relevo”, lamenta Vielma.
En la última década, el 40% de los médicos recién graduados emigró, según reveló una encuesta de la organización Médicos por la Salud.
En 2018, 22.000 médicos venezolanos habían dejado el país, según datos de la Federación Médica de Venezuela. Esta semana, el Gobierno ha reforzado el personal en los centros públicos con una nueva delegación de 230 médicos cubanos que ha llegado al país.
En el hospital donde trabaja Vielma, hasta hace un mes solo un médico residente estaba de guardia en la sala con los 32 pacientes con Covid-19. Con refuerzos han logrado sumar uno más. El centro cuenta con ocho camas de terapia intensiva pero no tiene especialistas para ponerlas a funcionar.
Gasto en asintomáticos
A contramano de lo que se ha hecho en otros países, el gobierno nacional ha insistido en la hospitalización de asintomáticos, con la intención de frenar el contagio.
La inusual medida ha generado un gasto adicional del escaso material de protección y la saturación de servicios, como han criticado epidemiólogos y médicos que están en la primera línea de atención.
Una buena parte de los doctores que ha fallecido no pertenece a especialidades que hayan tenido contacto con pacientes con coronavirus. Los pocos recursos se han concentrado en la pandemia, descuidando otras áreas.
La desinformación y la poca capacidad de hacer diagnóstico, con apenas dos laboratorios de pruebas PCR en el país, ha contribuido a minimizar el riesgo incluso entre los propios médicos.
“En este momento no podemos saber quién es covid y quién no. Hay que asumir que todos los son hasta que se demuestre lo contrario”, dice Vielma.
En otro hospital de Caracas, el Clínico Universitario, cada residente tiene asignado un traje de bioseguridad, pero en algunas áreas los reutilizan. Una estudiante del tercer año del posgrado de radiodiagnóstico al terminar su guardia lo lava con jabón y cloro. La mascarilla que recibe es para toda la jornada, una práctica que era común antes de la pandemia. Su servicio da apoyo al diagnóstico de la infección.
“Nos han dicho que sí nos van a dar los nuevos trajes blancos cuando estemos en el área Covid-19 y que los descartaremos luego de cada jornada, aunque en la emergencia donde también hay casos he visto que mis compañeros solo usan una bata de cirugía”, dice la residente de 36 años, que pide mantener su nombre oculto por temor a represalias.
Desde hace al menos cuatro años que Venezuela atraviesa una grave crisis humanitaria, una extensa red de donaciones a través de organizaciones no gubernamentales se ha convertido en la única atención que reciben algunos enfermos, parte de la ayuda humanitaria que entra por goteo a Venezuela y a su sistema sanitario ya colapsado.
Con información de El País