FANTASMAS
Crazy Jim podía observar como su cuerpo lleno de polvo y sangre era retirado de la calle por el sheriff y el enterrador en cuestión de segundos. Desorientado por su nueva dimensión tardó algo más de la cuenta en darse cuenta de que estaba muerto. Flotando en el aire se acercó a los hombres que habían metido sus restos en un saco y gritó que no hiciesen eso, que seguía vivo, pero parecía que nadie le escuchaba ni se percataba de su presencia. El forastero lanzó una rápida mirada a los vecinos del pueblo y vio como el barman que la noche anterior le había invitado a esa copa que nunca se tomaría negaba afligido con la cabeza, mientras se hacía la señal de la cruz en la frente. Se puso delante de él, le pasó la mano por la cara e incluso intentó golpearle pero nada de aquello funcionaba. Era un ente, un espíritu…un fantasma.
El vaquero comprobó que otros dos hombres se hacían cargo del cuerpo de Wild Billy, su bala le había perforado el cráneo, y no pudo reprimir las lágrimas y una risa nerviosa por lo estúpido de la situación. Se sentó en las escaleras del salón mientras el bullicio se volvía a apoderar del lugar y los hombres le atravesaban para tomarse una copa en honor a los caídos Dos hombres muertos por ver quien era mejor, más orgulloso y más rápido. A todas luces, una soberana estupidez.
─ ¡Hey forastero!
Al principio Crazy Jim no se dio cuenta de que él era el forastero así que Wild Billy tuvo que repetirlo una vez más.
─ ¡Tú…el fantasma!
La voz del hijo del diablo era más aflautada de lo que Jim hubiese imaginado nunca, casi cómica.
─ Parece que nos hemos metido en un buen lío ─ añadió Wild Billy.
El otrora amenazante cowboy flotaba a treinta centímetros del suelo y a pesar de ser un fantasma parecía más humano que nunca. Había algo distinto en él.
─ ¿Qué se supone que debemos hacer ahora?─ preguntó Crazy Jim.
─ La verdad es que no tengo ni la menor idea. Estoy tan perdido como tú.
─¿No deberíamos estar en el infierno o algo así?
─Bueno forastero, mira a tu alrededor. El infierno no debe ser mucho peor que esto. Vivir en este sucio pueblo para toda la eternidad se me antoja un castigo bastante adecuado. Crazy Jim intentó coger una piedra del suelo, pero sus dedos la atravesaron.
─ Quizás estemos condenados a vagar por este pueblo hasta que consigamos la redención de alguna manera.
─ Quizás.
─ No hablas como un asesino Wild Billy.
─ No soy un asesino.
Crazy Jim levantó la cabeza y estalló en una carcajada que solo Wild Billy pudo escuchar.
─ Ya veo ya…y yo soy la prueba de ello.
─ Seguramente soy menos asesino que tú.
─ ¿Menos asesino? ¿Qué quiere decir eso? O eres asesino o no lo eres.
─ ¿Tú a cuántas personas has matado en tu vida?
Crazy Jim bajo la cabeza y se caló el sombrero.
─ A dos. Contando contigo, claro. ¿Y tú? ¿Treinta? ¿Cuarenta?
─ Espera déjame contar… ─ Deschamps cerró el puño a unos centímetros de su cara y comenzó a murmurar algo entre dientes mientras iba levantando teatralmente uno a uno los dedos de su mano.─ Si las cuentas no me fallan…
El vaquero seguía expectante.
─ Uno. Contando contigo claro ─ Wild Billy le guiñó un ojo.
Crazy Jim no pudo evitar otra estruendosa carcajada.
─ ¿Uno? ¿Cómo que uno? ¿Crees que soy imbécil?
─ No, no lo creo. En realidad pienso que yo soy el imbécil y tú el valiente. Por cierto, puedes llamarme Daniel. Daniel Deschamps. Ese es mi verdadero nombre ─ dijo el espectro mientras ejecutaba una reverencia.
Crazy Jim tenía la boca abierta de par en par y no daba crédito a la historia que Daniel comenzó a relatarle. Ahora ya no tenía miedo, ni frío. Simplemente estaba perdido sin saber qué hacer o cómo actuar. Jim escuchó atentamente cada palabra del actor con suma atención. La incredulidad dio paso a la curiosidad, esta al interés y después ya solo quedaba la simpatía. Jim correspondió el arrebato de sinceridad de su compañero de penas con su propia historia. Quizás no fuese tan exótica como la de Wild Billy, pero era todo lo que podía ofrecer: su verdad. Cuando el reloj de la iglesia dio las seis de la tarde los dos hombres parecían dos viejos amigos que se reencuentran tras una larga temporada.
Meses después Daniel Deschamps y Crazy Jim intentaban conciliar el sueño tras una larga partida a las cartas, pero los gritos en la parte de abajo del salón (ellos habían decidido ocupar el desván de la parte de arriba del tugurio) llegaron de golpe y les sobresaltaron.
Movidos por la curiosidad atravesaron un par de paredes y llegaron a la estancia principal donde la pequeña orquesta formada por un solo hombre que tocaba el banjo, el bombo, la armónica y cantaba (todo a la vez) había parado de tocar abruptamente y su música fue sustituida por una sinfonía de gritos, golpes y aullidos. Aquello era un auténtico campo de batalla.
Dos hombres se habían enzarzado en una pelea que había contagiado al resto de clientes del salón de Dos Dedos Victory quien permanecía agachado detrás de la barra. Sillas rotas, espejos hechos pedazos y un par de bailarinas que intentaban domar a sus hombres subidas a sus hombros. Jim y Daniel presenciaron la escena como quien asiste a una buena obra de teatro señalando las virtudes y los defectos de los combatientes. Mira que derecha tiene aquel. ¿Has visto el gancho de ese otro?
A pesar de que ambos repudiaban la violencia, ambos habían llegado a las siguientes conclusiones:
a) Estar muerto era aburrido.
b) La eternidad era demasiado larga.
Así que aquellas peleas, que se producían cada vez con más frecuencia, eran uno de sus pocos pasatiempos.Un disparo les sobresaltó y todo el escándalo paró de repente.
Uno de los cowboys, el del gancho mortífero, blandía su arma apuntando al techo y, sin mediar palabra, encañonó al hombre que había empezado la pelea.
─ ¡Tú! ─ dijo apuntándole con el revolver. Solo hay una manera de solucionar esto. Mañana cuando el reloj de la iglesia toque cuatro veces uno de los dos morirá. ¿Aceptas el reto o eres un cobarde, forastero?
Una sensación de deja vú se apoderó de Wild Billy y Crazy Jim que se miraron de reojo con una sonrisa en los labios mientras ambos negaban con la cabeza al unísono como si de una coreografía se tratase.
─ ¿Así empezó todo no?─ preguntó Wild Billy.
─ Si he de ser sincero…la verdad es que no me acuerdo.
En el salón, el hombre guardó su pistola y salió como alma que lleva el diablo. El otro se acercó a la barra, bebió su copa de un trago y dejó una moneda encima de la mesa.
Cuando estaba a punto de perderse en la noche Dos Dedos Victory se la lanzó de vuelta y le dijo:
─ ¡Hey forastero! ¡A esta invita la casa! Tienes reflejos hijo, puede que después de todo aún tengas una oportunidad.
Crazy Jim y Wild Billy conocían de sobre el desenlace de la película. A ambos le gustaría avisar a esos dos chicos que aún estaban a tiempo de echarse a tras, que no valía la pena morir por una trifulca como esa, pero lo único que salió de los labios de Wild Billy fue:
─ ¿Jim?
─ ¿Sí Daniel?
─ Creo que vamos a tener que buscar una habitación más grande.