Revista Política

Creación de riqueza y confianza I, no se trata tanto de la confianza en general sino hacia las instituciones

Publicado el 14 noviembre 2013 por Trinitro @trinitro

Hace unos años se publicó un artículo que relacionaba la capacidad de confiar entre los ciudadanos y la riqueza por cápita. Este artículo es uno más de una tendencia del entorno empresarial y de la microeconomía para fomentar la “confianza” como uno de los núcleos que permiten generar riqueza y prosperidad. Forma parte de esta tendencia de una parte de la ciencia económica de buscar metodologías nuevas y reanalizar lo que ya sabíamos.

La idea es sugerente. Las sociedades con un nivel bajo de confianza gastan más recursos en paliar esta baja confianza: las administraciones gastan más dinero en inspectores de todo tipo, aparecen mediadores que introducen ineficiencias de mercado cuyo único rol es “dar fe” (como los notarios), se alargan los procesos administrativos y en los acuerdos privados, las legislaciones y acuerdos se firman pensando siempre en que se van a intentar violar y por tanto se hacen con menos eficiencia.

Esto en microeconomía es fácil de comprobar. En el metro de Viena no gastan en puertas de acceso seudo-blindadas como en el caso del metro de Barcelona, de vez en cuando hay inspecciones para comprobar si los viajeros llevan billete, pero no se producen batidas como las del metro de Barcelona, no sólo con inspectores sino también con seguridad privada. Seguramente (no tengo los datos) en el metro de Viena las pérdidas por usuarios que no pagan deben ser menores que las del metro de Barcelona. Todo esto son mayores costes de operación en el metro de Barcelona. La entramada legislación laboral española es más compleja que la sueca porqué se parte de la premisa de que habrá mucho más fraude laboral (como de hecho lo hay) que en Suecia. Eso conlleva ineficiencias adicionales en el mercado laboral y por tanto en la actividad privada y la economía.

Una vez analizada la hipótesis, veamos si los datos se corresponde. He escogido los países de europa occidental, los países anglosajones más ricos, Japón y Polonia (como un elemento de muestra de los países de europa oriental que mejor están evolucionando) para analizar que relación hay entre la riqueza y la confianza entre los ciudadanos, y he comparado dos variables que son consideradas como explicativas de la riqueza de un país, el PIB por cápita y el Índice de Desarrollo Humano. Todos estos datos pueden ser extraídos de aquí.

Como variables explicativas he escogido las conclusiones de la encuesta Gallup (2011) que indica que % de los encuestados indican que en general confían en los ciudadanos de su país. Esta es la variable que el artículo de New York Times dice comparar. También he considerado interesante introducir otra variable explicativa, el índice de corrupción percibida del 2012. Los resultado son los siguientes.

El PIB por cápita y la confianza

PIB-vs.corrupcion
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Como podemos ver, ambas variables explicativas, percepción de corrupción y confianza muestran una correlación positiva. Aclaro que “percepción de corrupción” está definida de una forma que 0 indicaría la creencia de que todas las instituciones son corruptas y 100 que todas son honestas. Es decir a mayor valor más confianza en las instituciones. La encuesta Gallup indica la confianza entre ciudadanos, no entre ciudadanos e instituciones.

Tal y como predice la hipótesis, la confianza entre ciudadanos y la confianza hacia las instituciones parecen mostrar una relación que podría explicar la riqueza de un país. Ahora bien, miremos la relevancia de esa correlación, la R cuadrada ajustada, que es un indicador de la fuerza de la correlación y que va de 0 a 1, nos dan una correlación muy débil entre la riqueza por cápita  la confianza entre los ciudadanos (0,2658) y una correlación modesta, pero algo más significativa entre la confianza entre los ciudadanos y las instituciones (0,4203). También vemos que hay países que muestran una eficacia por encima de la confianza (USA y Austria) mientras que hay países que muestran menor eficacia a pesar de la confianza (Portugal y Polonia) en ambos indicadores.

El IDH y la confianza

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El efecto de la confianza en el IDH es positivo, pero aún menor que en el caso de explicar la riqueza de los países. En el caso de la confianza entre ciudadanos es casi negligible (R cuadrada de 0,1646) y muy pequeña en el caso de la percepción de corrupción (0,2366).

El análisis de IDH no nos aporta mejor visión de la confianza en la riqueza del país que el proporcionado por el PIB por cápita. Más bien lo que nos aclara es que los aspectos que no dependen del PIB que muestra el IDH la confianza tiene casi ningún efecto y que los efectos de la confianza en el IDH son prácticamente todos los que afecta a la generación de riqueza (que también el IDH recoge). Al parecer la confianza no influye a la hora de saber si un sistema sanitario permite mejorar la salud de los ciudadanos más allá de la creación de riqueza.

Conclusiones

La confianza entre ciudadanos no es más que una variable secundaria para explicar la riqueza de un país, las explicaciones clásicas de la economía tienen un valor mayor. En cambio la confianza de los ciudadanos en sus instituciones tiene un efecto más claro.

Tiene cierto sentido. Si los ciudadanos no confían en el sistema judicial y en su eficiencia tendrán más reparos para llegar a acuerdos entre ellos, y buscarán mediadores ineficientes (como los notarios), si no se confía en los agentes sociales (y estos entre ellos) se harán reglas laborales más restrictivas e ineficientes. Si no se confía en que gastan el dinero público las instituciones se fomentará el fraude fiscal y la economía sumergida.

También una baja confianza en las instituciones generan unas bajas espectativas y un peor comportamiento de las instituciones. Si los ciudadanos esperan que mangue o haga la vista gorda, tendré más ciudadanos queriendo aprovecharse de esa circunstancias y yo más incentivos para comportarme así.

Además la baja confianza de los ciudadanos en las instituciones tiene un efecto de incrementar los mecanismos de control y los costes de estas instituciones. Se crean organismos de control del gasto de las administraciones, agencias que controlan agencias, cuando aparece un caso de corrupción se crea una nueva comisión contra la corrupción, y esa tendencia reglamentista se traslada al resto de actividad legislativa.

Por último, la percepción de corrupción debe tener alguna relación con la corrupción real que se produce en las instituciones. Los corruptos y las redes clientelares actúan como una élite extractiva, que saca recursos del sistema público y del sistema económico para su aprovechamiento, reduciendo la capacidad de crear riqueza de todo el sistema económico.

La retroalimentación de la pérdida de credibilidad en las instituciones es un camino de doble vía que termina afectando a la economía más que la pérdida de confianza entre ciudadanos pero con una confianza alta en las instituciones. Puede que no me fíe de este vendedor, pero si confío que en 3 meses un juez puede resolver una demanda que le ponga, haré negocios más tranquilos. En cambio y tal como ocurre en países en vías de desarrollo donde la confianza en los otros ciudadanos es altisima, pero en cambio la confianza en las instituciones bajísima, aunque me fíe de mi vecino para montar un negocio, si me crucifican a tasas absurdas, a gestiones incomprensibles y al final tengo que terminar untando a un funcionario no voy a querer hacer negocios.

Así que no se trata tanto de construir confianzas interpersonales (que funcionan bien para hacer negocios pero no parece tener una relevancia importante en el agregado) sino de hacer instituciones que generen más confianza, confíen más en los ciudadanos y actúen con honestidad. Al parecer la explicación “institucionalista” en este caso coincide con el análisis de confianza y apunta al mismo lugar.


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