¿Cómo crear en los niños pasión por la ciencia? Permitiéndoles hacer cosas con las manos; dejarlos observar, imaginar, fantasear, interactuar con su entorno y acercarse a lo verde, pues por naturaleza son curiosos y quieren entender el mundo.
Eso se desprende de las experiencias vividas en la infancia por prestigiosos científicos colombianos, como el microbiólogo Raúl Cuero.
Este valluno, que tiene en su haber más de 20 invenciones, asegura haber descubierto el alcance de su curiosidad cuando observaba el apareamiento de las cucarachas, así como los músculos, grasas y organelas de las colas de las lagartijas que él mismo segmentaba.
Édgar González, físico de la Universidad Javeriana dedicado a esculpir nanopartículas, se enamoró de la ciencia física cuando le hablaron por primera vez del concepto del átomo y quiso adentrarse en este pequeño mundo de la materia.
“En la escogencia de la ciencia como profesión no solo influye ser curioso, sino acceder a un buen juguete y a un buen libro en la infancia”, dice González. En sus manos, de hecho, cayó uno sobre la energía del átomo; Cuero, por su parte, se conectó con el concepto del origen de la vida, eje de su trabajo, por medio de un libro del biólogo ruso Alexander Oparin, que se encontró entre los desechos del muelle de Buenaventura, donde nació.
Estimular el interés en los pequeños por la ciencia cruza por la actitud de los papás y los maestros frente al tema: “Eso puede frenar o alimentar su curiosidad”, dice Eduardo Posada, presidente de la Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia, y quien descubrió buena parte de su inclinación científica leyendo textos de Julio Verne en su niñez.
“Un grave error –insiste Posada- es cohibirlos con frases como ‘no toque, no haga, no mire’. Siempre y cuando no corran peligro, hay que dejarlos vivir”.
Nohora Elizabeth Hoyos, directora de Maloka, considera que “desde el juego es posible llevar a los niños a explorar, a plantearse preguntas, a crear caminos y alternativas”.
Cuando se les permite confiar en su capacidad para brindar distintas soluciones a un problema, se potencia su creatividad y se fomenta su autoestima. Y esta última es esencial en el proceso creativo, “pues hace que los niños comprendan que son capaces de hacer muchas cosas y que la ciencia no solo viene de afuera”, enfatiza Posada.
Hoyos, quien destaca que el modelo de Maloka presenta un lado interesante y apasionante de la ciencia, lejos de los conceptos aburridos, repetidos y obsoletos, advierte que, por el contrario, la educación formal no siempre es retadora, no alimenta la capacidad de asombro y tiende a replicar verdades ya establecidas. “Los niños –acota Hoyos- necesitan adultos que los pongan a reflexionar, a cuestionar, a debatir, a buscar respuestas que los sorprendan”.
Otra forma de enamorarlos de la ciencia es motivarlos a leer las biografías de científicos destacados que, a través del ensayo y el error, han hecho grandes aportes a la humanidad. Cuando logran comprender que la ciencia le da sentido a la vida, es fuente de progreso y es una herramienta para entender cómo funciona el mundo, la conexión es inmediata.
“La ciencia es una aventura fascinante, y si el docente no transmite esa pasión, difícilmente un estudiante la vive. Hay que animarlos a hacerse preguntas trascendentales frente a la vida, el universo y lo desconocido… Sin gusto, no hay creatividad”, expresa González.
El astrofísico Santiago Vargas afirma, por su parte, que “el amor por las ciencias fructifica cuando se estudia sin presión, con el ánimo de conocer el mundo que nos rodea y de entender el por qué de las cosas”. Este experto, por ejemplo, siguió el camino de la ciencia gracias a programas educativos como el popular “Cosmos”, de Carl Sagan, así como haber hecho de parte de clubes de astronomía durante su infancia.
Actualmente, se encuentra desarrollando una iniciativa en donde se enseña a los niños a hacer juguetes con materiales reciclados que les sirvan para experimentar diversas áreas de la ciencia como la astronomía, la física y la biología.
Incentive la creatividad en ellos
La creatividad es clave en el camino de la ciencia. El científico Raúl Cuero, en su libro Cómo ser creativo para triunfar,propone lo siguiente para incentivarla:
Los niños deben ser expuestos a la naturaleza todos los días. El inicio de la creatividad se da a través de la percepción sensorial (vista, oído, olfato y tacto). Deben sentirse parte del entorno para hacer mejores observaciones.
Los adultos deben permitirles a los niños desarrollar su razonamiento a través de un proceso de observación natural.
Deben ser expuestos a experiencias prácticas, a través de manualidades y manipulación de piezas (los juguetes de construcción son muy retadores).
La experiencia es la fuente de la creatividad (pedirles que comparen como cambia el cielo día a día, cómo crece una planta, a que preparen sustancias químicas nuevas…).
Hay que estar abiertos a la diversidad y a buscar caminos diferentes a los existentes.
Ciencia es comprender lo que está detrás de la función de un equipo o de un juguete.
Hay que animarlos a buscar las diferencias entre las similitudes.
Es importante hacerles entender que las matemáticas, la física, la biología y la química son fáciles y naturales. Hay que estimular en ellos el cálculo mental.
Interactuar con los demás es fundamental; es importante enseñarles a trabajar en equipo, pues la combinación de varias ideas articula nuevos principios y saberes que pueden llevar a la innovación.
Un microscopio y un telescopio son muy buenos regalos.
Formando niños científicos
El programa Ondas, de Colciencias, hoy cuenta con cerca de 700.000 niños investigadores. Su propuesta es motivarlos a buscar soluciones a los problemas que más les llamen la atención.
“Hemos encontrado que el medio ambiente es trascendental para ellos -afirma Carlos Fonseca, director de Colciencias-. Les gustan las energías sostenibles, qué hacer con los residuos, cómo proteger la naturaleza… Con Ondas queremos despertar la pasión por la ciencia”.
Según cifras de Colciencias, existen 37 grupos de investigación en colegios oficiales del país dedicados, particularmente, a indagar temas relacionados con la ecología.
Y una parte fundamental de Ondas es lograr que los docentes entiendan la importancia de permitirles a los niños jugar con el conocimiento, agrega Fonseca. La meta del Gobierno es tener 1 millón de niños investigadores todos los años y, desde este año, cerca de 1.000 semilleros de jóvenes investigadores en las universidades asociados a los grupos de investigación de sus instituciones.
Estudiantes quieren reciclar 1 millón de pilas usadas
Con el objetivo de contribuir a la preservación del medio ambiente, un grupo de estudiantes de la Normal María Montessori, en el sur de Bogotá, se puso una ambiciosa meta: recoger 1 millón de baterías que ya han cumplido su vida útil.
Las jóvenes, que no tienen más de 15 años y llevan tres dedicadas al estudio de los factores asociados a la contaminación del entorno natural, han emprendido una campaña para reciclar pilas usadas de carros, celulares, linternas, aparatos electrónicos y electrodomésticos, entre otros, pues arrojarlas a la basura genera contaminación del suelo y del agua.
“Para lograr nuestra meta involucramos a todo el colegio y quienes nos apoyen en esta labor van a ganar puntos en la materia de ciencias”, afirma Alina Peña, una de las investigadoras, quien hace parte del programa Ondas, de Colciencias.
Ya han recogido 200 kilos de baterías, las cuales almacenan en recipientes plásticos y que luego entregarán al Ministerio del Medio Ambiente. Este, a su vez, las devolverá a las empresas fabricadoras.
“Con nuestro proyecto de investigación queremos generar consciencia de la importancia de proteger el planeta. Las baterías contienen sustancias químicas, como el mercurio, que causan contaminación. Una pequeña pila del reloj, por ejemplo, tiene la capacidad de contaminar 600 litros de agua”, dice Lina Masquitta, otra de las estudiantes.
Vía | eltiempo.com