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Fuente: Unplash
En la vida se pueden conseguir pocas cosas sin esfuerzo y la creatividad no es una excepción. Habiendo desmitificado la creatividad como un don que solo poseen unos pocos, hoy sabemos que se trata de una capacidad latente en todas las personas que requiere de cierto entrenamiento. Nada distinto de lo que necesita un atleta para lograr que su mente y su cuerpo funcionen de manera óptima.
La cultura del esfuerzo es básica para la desarrollar la capacidad creativa pero la pregunta es ¿en qué debo esforzarme? ¿acaso consiste en parir ideas de forma caótica? Obviamente no porque entonces el máximo exponente de la creatividad sería alguien con un episodio maníaco. En mi opinión consiste en orientar nuestro esfuerzo en la dirección correcta para que estas ideas fluyan con naturalidad y con sentido. Todos poseemos un caudal de energía psíquica que nos proporciona el combustible necesario para funcionar a diario. El problema está en que no sabemos canalizar esta energía porque tendemos a la dispersión. Ya sea porque algunos nacimos con ese don especial para detectar moscas a nuestro alrededor y deleitarnos con su errático vuelo o porque sencillamente estamos expuestos a innumerables distractores, lo cierto es que pocas personas consiguen focalizar sus esfuerzos y gestionar adecuadamente su capital atencional.
Nuestra atención es algo bastante curioso porque de entrada es un recurso muy limitado. De ahí que la multitarea sea un mito tan extendido porque como consecuencia del sesgo optimista que casi todos padecemos, una de sus habituales manifestaciones es pensar que podemos hacer más cosas y mejor de lo que realmente somos capaces. Por otro lado tenemos la influencia del propio condicionamiento social, proceso por el cual nuestras conductas y pensamientos funcionan bajo una especie de piloto automático que nos pone difícil pensar fuera de la caja. Pero la cosa no queda ahí. Vivimos en una época de mentes narcotizadas, no solo por el abuso de las drogas (legales y no legales), sino sobre todo por la cantidad de estímulos que nos saturan a diario y a los que nos hemos vuelto dependientes (cacharritos de todo tipo, nuevos formatos de comunicación, etc.).
Gracias a la ciencia cognitiva, en la actualidad sabemos que la imaginación, la creatividad, la inteligencia, etc. son formas de procesar la información. En este sentido merece la pena reflexionar acerca de cómo nos afectan negativamente los factores que he descrito antes. Sin duda alguna cada vez nos resulta más complicado poner los cinco sentidos en lo que estamos haciendo y tomar conciencia plena de las experiencias subjetivas (en un sentido puramente introspectivo). Por eso es tan importante adoptar hábitos que nos ayuden a gestionar nuestra energía psíquica y el capital atencional del que disponemos. La creatividad depende de ello. De hecho, creo uno de los grandes retos de la educación de los más jóvenes es precisamente enseñarles a conectar-desconectar a voluntad (conectar con la tarea y desconectar del ruido tecnológico, ambiental, etc.). En el próximo post compartiré contigo algunos consejos que te ayudarán a focalizar tu atención.
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