Creatividad y conductas aprendidas
La conducta no-creativa es aprendida. Esa es la conclusión a la que llegan George Land y Beth Jarman cuando analizaron la investigación que el primero de ellos dirigió en 1968. El objetivo era demostrar cómo declina nuestro grado de creatividad con el paso de los años. Para ello cogieron a 1.600 niños y niñas a los que administraron el mismo test que utilizan en la NASA para evaluar el potencial innovador de sus ingenieros. Dado que el factor edad era una variable esencial en esta investigación, se identificaron tres edades distintas para administrar la misma prueba a los mismos sujetos. Sí, sí, echa cuentas, más de 10 años para realizar este estudio.
Los resultados pusieron de relieve que a la edad de 5 años, el 98% de estos niños llegaron a un nivel de genialidad en términos de creatividad. De hecho, esto no debe sorprendernos si tenemos en cuenta que no hay nada más creativo que un niño gracias a que su mente funciona libre de prejuicios y de frenos de cualquier tipo. Pero conforme vamos creciendo, esa frescura se va perdiendo. De hecho, retomando los datos del estudio, a la edad de 10 años, un número significativamente menor de niños superaron la prueba (30%). Y como habrás podido imaginar, cuando los jóvenes tenían 15 años ese porcentaje volvió a disminuir (12%). Pero la cosa no quedó ahí. Para tener una fotografía más exacta de nuestra dificultad para el pensamiento creativo conforme crecemos, se administró el mismo test a 260.000 adultos. Aquí es donde ya nos ponemos a llorar. Únicamente el 2% consiguió alcanzar el nivel de genialidad.
Pues bien, en una entrevista que me hicieron recientemente en el programa de radio Café Digital de Neo Fm (la tenéis más abajo) quise centrarme en dos ideas. La primera de ellas es que la creatividad no es un rasgo exclusivo de personas especiales sino que todos nacemos con ella. La segunda es que con el paso de los años vamos abandonando el pensamiento creativo en favor de un modelo de pensamiento más estándar.
Creatividad y enculturación
Desde la infancia estamos inmersos en un proceso de enculturación a través del cual recibimos una serie de pautas y normas sociales que nos invita a interpretar la realidad de una determinada manera. Esto significa que de manera inconsciente en la mayoría de los individuos se establecen ciertos límites a su creatividad. En este sentido, la educación reglada ocupa un lugar privilegiado y por esa razón muchos defendemos la necesidad de acometer reformas importantes para favorecer el potencial creativo de los más jóvenes. Lejos del entorno industrial de décadas pasadas, hoy más que nunca vivimos en un entorno complejo en el que la capacidad para aportar ideas innovadoras representar un valor diferencial.
Pero nuestra creatividad no se ve únicamente influenciada por este proceso de enculturación sino también por nuestras motivaciones y rasgos de personalidad. Pensemos que la creatividad es un proceso psicológico que nos permite salirnos de ese modelo estándar de pensamiento y por tanto llegar a ideas nuevas que pueden representar igualmente nuevas formas de actuar. Esto nos plantea un reto importante: empezar a tomar decisiones que nos permitan salir de nuestra zona de confort, y por tanto, asumir riesgos. Por este motivo, de alguna manera nuestra personalidad también establece nuestro radio de acción ya que habrá personas más conservadoras y otras más aventuradas a explorar nuevos caminos en lo que se refiere a pensamiento imaginativo. En cualquier caso, considero que la creatividad es una cuestión relacionada sobre todo con el factor actitudinal por lo que personalmente mi estrategia se basa en alimentar la curiosidad natural con la que todos nacemos y que nos lleva a conectar ideas.
Os dejo el podcast con el programa completo. Mi intervención la tenéis entre el minuto 9 y el 31.
* Imagen de portada de Jose M. Capitán Del Rio, Hombre Invierno.