Que la muerte deja hechos polvo a los que se quedan, esto es, que es más dura para el superviviente que para quien fallece, es una verdad que sabe cualquier persona que haya perdido a un ser querido. Quien muere regresa a la dimensión del no ser, mientras que el que se queda en el ser, es quien tiene el problema justamente por eso, por ser.
Ahora pensemos que el ser querido que ha desaparecido, es tu hermano, tu amigo o tu ex novio y que no sólo tenía 31 años, sino que además se ha suicidado. ¿Cómo sobrevivir a este sentimiento de pérdida vivido como una amputación? ¿Cómo aceptar lo sucedido? ¿Cómo no atormentarse con múltiples y variadas posibilidades de culpa? ¿Cómo poder sobrevivir asumiendo que nunca no vas a entender por qué? Éste es el planteamiento de Litus, de la dramaturga catalana Marta Buchaca que hasta finales de septiembre se estará representando en el Espai Lliure. Los amigos de Litus se reunen tres meses después de la muerte de éste en un accidente de tráfico para recordarle.
(c) Roser Blanch
Hay muertes que provocan un desasosiego tal en quien se queda que pueden resultar más dramáticas que la muerte misma. Es como si ésta fuese un brazo ejecutor ebrio de poder que no tiene suficiente con una sola víctima y actuase con un sadismo psicológico refinado y perverso sobre los que no ha podido llevarse por delante materialmente.
El programa de la obra dice que en la vida te suceden cosas buenas y malas. Litus es un personaje que no quería crecer. No quería convertirse en un verdadero adulto. No le interesaba. Su renuncia a la madurez, completamente legítima, implica la condena brutal de sus amigos a la misma. Con su muerte ellos también han muerto un poco.Ninguno de ellos volverá a ser la misma persona.
Aunque el tema es duro, Litus combina magistralmente las lágrimas y las sonrisas. Hay momentos áltamente cómicos que reflejan a la perfección al treintañero actual: en buena medida, también como Litus, niños que no quieren crecer pero a los que no les va a quedar más remedio que hacerlo. Porque así es la vida. Te empuja y te devora y a menudo, no eres tú quien la vive, sino que ella te vive a ti.