Confesión: si hay algo en lo que puedo mejorar es en aprender a disfrutar el presente. Anhelo el pasado y me preocupa el futuro. Además, soy muy llorona… sí, lloro fácil y lloro por todo. De toda esta combinación quizás podría salir una buena explicación de por qué llevo varios días en los que apenas me hablan y lloro.
Verán, una nueva etapa en mi vida está por comenzar. Luca, mi bebé, se va a la escuela. Después de cinco años de ser una “mamá de tiempo completo”, dejo de serlo para convertirme en una “mamá de medio tiempo”. Se trata de algo bueno; sé que es algo positivo. Y sin embargo, esta idea me deja un pequeño hueco en el corazón.
Fueron cinco años de mi vida en los que siempre tuve un bebé conmigo. Cuando Pablo se fue a la escuela, llegó Pía. Cuando Pía se fue a la escuela, llegó Luca. Ahora se me va Luca y me quedo con un pequeño vacío lleno de nostalgia.
Mi último bebé se va a la escuela y me dan ganas de llorar.
Vienen cosas buenas. Estoy comenzando un nuevo proyecto, por lo que ahora estaré trabajando por las mañanas. Amo la idea de poder ocupar mi mente en algo diferente que no sea armar una torre de bloques o jugar a las escondidillas detrás de una cobija. Pero sin duda, voy a extrañar nuestros desayunos en pijama ―yo con mi café y él con su vasito de leche. Y seguramente me tomará mucho tiempo acostumbrarme a una casa en silencio.
Lo sé, es sólo un ratito durante el día. Aquí estarán los tres toda la tarde con el mismo escándalo de siempre. Así es, por las tardes regresaré a ser “mamá de tiempo completo” porque no me dejarán tiempo de hacer ninguna otra cosa más que de ser mamá. Y lo voy a disfrutar. Así como también estoy segura que disfrutaré esta nueva etapa de mi vida de regreso al trabajo por las mañanas. Tengo que aprender a vivir (y disfrutar) el presente.
Pero tanto sufrí este pasado fin de semana porque hoy mi bebé ya se me iba a la escuela, cuando (¡oh, sorpresa!) Luca amaneció con una temperatura altísima. No pudo ir a la escuela y no sé hasta cuándo podrá ir. Es más, mañana me lo llevo al pediatra. Tanto anhelar el pasado y sufrir el futuro, sólo para que hoy se haya quedado otra vez en casa conmigo… pero no lo voy a lamentar. Voy a disfrutar de estos días extras ―como “de regalo”― apapachando a mi chamaco enfermo.
Su primer día de escuela muy pronto llegará. Ni modo. A vivir el presente. Lo llevaré a la escuela… abrazo, beso, aguántate las lágrimas, media vuelta y a otra cosa, mariposa. ¡Vámonos a trabajar!