La credibilidad es un recurso, un activo que incrementa nuestra base de poder. Las personas con credibilidad tienen más capacidad de generar acción y de comprometer a los demás que aquellas carecen de ella. Donde existe la credibilidad hay confianza y cooperación y desde ambas es más fácil que las personas puedan alcanzar sus objetivos.
Sin embargo la credibilidad que inspira una persona es fácil de percibir por los demás, y cualquiera puede atacar esta credibilidad para deteriorar su posición de poder. Esto explica la eficacia de una de las maniobras de poder más sutiles pero también más eficaces: la desacreditación.
Desacreditar consiste en deteriorar la credibilidad de una persona o de una organización. Esta maniobra de desprestigio no sólo impacta sobre el poder que los demás perciben en la víctima. También supone un ataque a ella pues, al quedar despojado de este poder, puede quedar en manos de una confusión emocional que le impide tener la suficiente serenidad para defenderse.
Así, cuando somos víctimas de un ataque para desacreditarnos, estamos siendo atacados nivel externo y a nivel interno. A nivel externo se ha iniciado un programa dirigido a reducir el poder que los demás atribuyen a nuestras opiniones, a nuestra autoridad o a nuestra influencia. A nivel interno, el ataque nos deja en un estado emocional tal que empaña nuestra lógica, nuestra capacidad análisis y nuestra competencia hasta el punto de que podamos perder el control.
No siempre es fácil detectar cuándo estamos siendo víctimas de este juego. En ocasiones el agresor se limita a distorsionar la realidad para que su víctima quede en evidencia y caiga en el descrédito. También puede recurrir al sentido del humor para ridiculizarla y atacar a su línea de credibilidad.
Cuando la víctima es diferente a los demás por cualquier factor (raza, género, procedencia, profesión…) el agresor recurre fácilmente a los prejuicios que puedan tener los demás para desacreditarlo. Incluso puede mostrar a la víctima como un peligro o una amenaza para ellos. Lo mismo sucede con las personas relativamente desconocidas: nuevos empleados, consultores, personas de otros departamentos, o cualquier persona extraña a los ojos de los demás. Cualquier agresor puede utilizar su condición de extraño para convertirlo fácilmente en víctima del descrédito y excluirlo del acceso a cualquier información, relación o influencia sobre la toma de decisiones. El mero hecho de que alguien nos sea desconocido hace que su persona este llena de lagunas y de preguntas sin respuesta, y nuestro cerebro construye fácilmente historias que puedan cubrir esas lagunas.
No menosprecie el poder del crédito que las personas dan a su capacidad y a su competencia. Proteja y cultivelo esta credibilidad, pues es uno de los recursos más valiosos de los que dispone. Un recurso tan poderoso que cualquier agresor puede encontrar en él la manera perfecta de atacarles. Inquietante.
NOTAS
La desacreditación como juego de poder aparece en Simmons. También aparece en Steiner y en muchos otros autores que analizan las estrategias que las personas desarrollamos para incrementar nuestra base de poder o para atacar a la de los demás.