En estos días estamos acudiendo en la Universidad Rey Juan Carlos a dos cursos sobre las metodologías que se han implantado en los grados sanitarios, fruto de la entrada en vigor de los mismos, dentro del marco de adaptación al proceso de Bolonia de la universidad española. Viene bien integrase en estos foros donde, aparte de aprender, nos ponemos en contacto con otros profesionales y compartimos experiencias e inquietudes.
Los cursos a los que nos referimos abordan enseñanza, aprendizaje y evaluación en los nuevos grados sanitarios. Se dirigen a profesores con limitada experiencia docente y, como en nuestro caso, facilita el acceso a estas nuevas perspectivas a los que ejercemos la labor formadora más en la distancia, como profesores asociados en los distintos centros donde los alumnos desarrollan sus prácticas preprofesionales. Desde bien atrás, como se puede ver en la bitácora, nos hemos preocupado por la faceta docente del sanitario. Hemos promovido en las estancias clínicas de nuestros alumnos, junto con la profesora Gema Gallardo Sánchez, metodologías que se contemplan en las propuestas de Bolonia (aprendizaje autónomo, trabajo en grupo, aprendizaje basado en problemas, exposición en público, uso de las TIC, etc.). Por ello, la convocatoria de estos cursos nos congratula, especialmente por facilitar y promover la implicación de los docentes, más en nuestra calidad de profesor a tiempo parcial. Sin duda, la apuesta de la universidad por esta formación merece elogio.
No abundaremos ahora sobre el contenido. Simplemente decir que el profesor Alfredo Prieto Martín (Universidad de Alcalá de Henares) expone su experiencia y conocimiento con gran cercanía y facilita con eficacia su asimilación. Tal vez tendremos tiempo y ganas de abordar estas cuestiones.
Lo que nos lleva a escribir es la constatación de un hecho mucho más simple. Con las nuevas carreras se ha instaurado un sistema de créditos (European Credit Transfer System), del que ya hemos hablado aquí, para la obtención del correspondiente Grado. En el caso del Prácticum se asignan en el cuarto curso de Fisioterapia (aunque varía según la universidad) 30 créditos. Cada uno supone, teóricamente, 25 horas, de las cuales un tercio serían presenciales y dos no presenciales. Es decir, en total serían 750 horas, 250 en los centros de prácticas clínicas (hospitales, centros de salud, residencias, etc.). Si cada día en estos centros supone 5 horas hablamos de 10 semanas completas (5 días laborables por semana) de Prácticum. Esto parece factible, sin entrar a valorar las metodologías empleadas o no en los centros, de las que hemos hablado más arriba. Pero, ¿qué pasa con las otras 500 horas que forman parte del grado y que el alumno y/o las administraciones sufragan? Sin duda son el elemento imprescindible en el que asentar conocimiento, reflexionar, buscar información, estudiar, reunirse para los trabajos grupales, etc. que se asume en el contexto de Bolonia. Pero, son horas manifiestamente virtuales. Es inasumible para el alumno triplicar el tiempo que dedica a la asistencia a los centros de prácticas. En una semana de las 10 que apuntábamos tendría que dedicar 50 horas adicionales, sensu stricto, para poder integrar todo en el ámbito del prácticum.
Entonces, visto lo dicho, cabe plantearse que quizás los cuatrimestes en muchas de las universidades deberían ser otra cosa. Para aprender más hay que trabajar más y, cuando menos, hacer lo que se supone que se hace. Si no la docencia manifestada en los planes de estudio no es sino una “realidad virtual” por la que además se cobra. Y supone una merma en la calidad de la enseñanza en tanto que se desprende de contenidos viables en el tiempo declarado oficialmente. Tal vez el verano en muchas universidades no debiera comenzar a primeros de mayo