Revista Comunicación
En 1976, Rocky (John G. Avildsen) devolvía al cine los finales felices. Era como si se anticipara al hedonismo de los años 80 y se despidiera de los deprimentes 70, definidos como "la resaca de los 60" por Mike Milligan (Bokeem Woodbine) en Fargo (2015). Eso sí, el de Rocky era un final feliz pero pegado a la realidad. La victoria del boxeador era aguantar en pie al imbatible Apolo Creed (Carl Wheathers). Convertirse en campeón, era demasiado para esos años 70 post-Vietnam. Un año más tarde llegaría Star Wars (George Lucas, 1977) para cambiar el cine definitivamente. Estamos hablando de películas "honestas", en el sentido de que cumplían los sueños de sus jóvenes autores. George Lucas nunca imaginó el éxito que tendría su Guerra de las Galaxias y Sylvester Stallone solo quería abrirse paso en Hollywood. Rocky intentaba ser "seria" y ganó el Oscar a la mejor película aquel año. Impensable. Entonces llegaron las secuelas. Empezando en Rocky II (1979) el boxeador se convertiría en un héroe capaz de vencer todas las adversidades hasta esa hipérbole que fue Rocky IV (1985), en la que se erigía en símbolo de su país en plena guerra fría, con pantalones cortos emulando la bandera estadounidense. La gran idea de Creed es utilizar al personaje que siempre ha estado en la sombra en esa tetralogía. Apollo Creed fue el enemigo invencible en Rocky, humano en Rocky II, aliado en Rocky III (1982) y víctima propiciatoria en la mencionada cuarta entrega. Ahora, su hijo adopta el papel de protagonista y Balboa el de su mentor -está nominado al Oscar por ello- en una operación con la que ya coqueteó en Rocky V (1990) para luego caer en la tentación de subirse de nuevo al cuadrilátero. Lo que propone entonces esta Creed es ese temido pseudo-reboot al que tendremos que acostumbrarnos en los tiempos que corren. Todas las "grandes" sagas están resucitando para pasar el testigo a una nueva generación que solo ha oído hablar de nuestras películas: por orden de calidad Mad Max: Furia en la carretera, Star Wars: El despertar de la Fuerza, Jurassic World, Terminator: Génesis. Todas estrenadas en 2015.Lo cierto es que Stallone -guionista de seis películas de Rocky, director de 4 de ellas- hace un George Lucas y cede el testigo a un prometedor director afroamericano, Ryan Coogler. Con una sola película en su filmografía, Coogler salta aquí al ring de los blockbusters, igual que su personaje, Adonis (Michael B. Jordan) intenta conseguir el título mundial con una sola pelea en su haber. Si en El despertar de la Fuerza, Kylo Ren (Adam Driver), es un fan de Darth Vader que conserva su casco como un trofeo friki, Adonis conoce cada detalle de la vida de Rocky -ha visto sus combates en Youtube-. Esto sugiere una lectura en la que el director de esta película siente que debe primero rendir homenaje a la saga para ganarse el respeto del público. No debe ser casualidad que el mote pugilístico de Adonis sea un despectivo "Hollywood". Cooger pasea su cámara por Philadelphia, (re)visitando -en plan guía turística- todos los lugares que la película de 1976 hizo célebres. Si en Jurassic World tuvimos que pasearnos con sus protagonistas por las ruinas del Parque Jurásico (1993) original, aquí no se escatima en ningún detalle fetichista: hay un par de sorpresas finales que no pienso desvelar. Por suerte, la película tiene fondo y habla del abandono, tema expresado en la imagen más potente -y freudiana- del film: Adonis pelea contra la proyección de un antiguo combate de su padre. Creed tiene todo el músculo, el corazón y la pasión del Rocky original, pero al salir de la sala, probablemente tendréis también el sabor agridulce del remake. ¿Es eso malo? Tendréis que decidirlo vosotros mismos.