Es un dolor que no tiene fin, un dolor al que yo no pongo fin.
Le creo, pero no le creo. Le conozco, pero no del todo. Sé que me ha mentido alguna vez, pero se lo he dejado pasar. Y aun así, no me parece motivo suficiente para dejar de confiar en él. Yo también le he mentido a veces, todos lo hacemos, no me parece tan mal intentar ahorrarle sufrimiento a un ser querido. Sin embargo, nunca le he mentido cuando me ha hecho una pregunta directa, no he sabido. Y no he querido. Y me siento rara porque le creo y confío totalmente en él, solo le pregunto porque soy insegura.
Lloro. Me hace llorar, habría dicho en otro momento, pero no es así, lloro yo sola, nadie me hace esto salvo yo. Lloro los días impares, lloro el miércoles y el viernes, lloro el domingo después de la comida familiar. El sábado no lloro, solo me voy a dormir triste y preocupada, pensando que soy una idiota. No descanso, no duermo bien, a las 7 miro el móvil y me ha respondido. Me pregunto qué haría despierto a las 5 de la mañana, si se habrá quedado a dormir en su casa, si no tendrá esa necesidad de escribirme “Te quiero” cada vez que se emborracha porque a mí me pasa, por eso guardo el móvil donde no lo pueda coger.
Conoce a chicas, como siempre. Y gusta a las chicas sin querer, eso lo sé. No debería importarme, al revés, supongo que sería mejor. Que conociese a alguien y yo por fin me olvidase de su cara. Luego me calmo recordando que nunca conocerá a nadie que le llene tanto como yo. Que es fácil conocer a mucha gente y que casi siempre son muy simpáticos y guapos y te sonríen, te ofrecen una calada de su porro, te sacan a bailar, se ríen de tus chistes, te dicen que tus pecas son sexys, te guían agarrándote fuerte de las caderas, te miran a los ojos y a la boca, pero no son él.
“La única diferencia entre un sombrero y tú es que el sombrero me lo puedo sacar de la cabeza”, eso me dijeron. Y yo me quedé de una pieza. Me parece increíble despertar sentimientos en otras personas en tan poco tiempo, no recordaba que tuviese ese poder y ahora no me apetece destacar, solo quiero pasar desapercibida.
Y puede que ellas hagan lo mismo, se toquen el pelo, se muerdan el labio inferior mirándole a los ojos, le abracen, le hagan hacer alguna locura, salgan a tomar el aire al balcón para apoyarse en la baranda a su lado, fumen, le ofrezcan un piti y le hablen del cielo, de las estrellas, de la vida, pero no serán yo.
Tiempo. Le hace falta tiempo, pero yo también lo necesito. Necesito ese tiempo para mí, para curarme, para dejar de buscar algo. Cuando me vaya bien lejos, ¿me echará de menos? ¿O solo me escribirá de vez en cuando un “¿Dónde es eso? Se ve muy chévere.” cada vez que vea una foto mía en una jungla, en un glaciar o en una playa desierta? La idea era ir juntos, que se te meta en la cabeza, y las promesas se cumplen.