Portada del tomo 8.
Para los lectores de tebeos es imposible que hablemos del tío Creepy y no vengan recuerdos que hagan salir una sonrisa en el rostro, ya sea por haberlos leídos en el momento o por haberse encontrado después estas divertidas revistas de terror (no tanto desde nuestro punto de vista), toda una referencia en el medio y que Planeta DeAgostini está recuperando.
No tiene sentido hablar de la calidad de las historias que aparecen en este tomo (ya el número 8, lo que deja claro la buena acogida que está teniendo) ya que es algo bien conocido y sin duda la mejor forma de conocerlas es ir directamente a leerlas (algo que sin duda recomiendo de ya), pero sí hay que hacer hincapié en el formato que se nos presenta.
En un tamaño más que respetuoso con el original (nada de reducir y hacerlo en línea de comic book americano), un blanco y negro más que adecuado para el tipo de cuentos (a fin de cuentas es lo que son) que aquí encontramos, pero lo que más destaca (en la opinión del que esto suscribe) es el buen acierto de mantener tanto las participaciones de los lectores como los anuncios que existían en el original, con perlas que van desde comprar un mono vivo como la venta de películas de Bela Lugosi y es que el pasado fue un lugar genial para haber sido niño y adolescente (y la nostalgia, que es muy mala).
El inimitable tío Creepy.
“Creepy” marcó un antes y un después, y es inevitable que todos los que alguna vez lo hayan leído quieran volver a ello. Para los que les pille de nuevas pues que se lancen, las historias son autoconclusivas con lo que no es preciso tener ningún conocimiento de antemano y aunque es cierto que hoy no nos parecerán muy terroríficas, el buen rato lo tenemos más que asegurado.