Domingo de Ramos. Año 33 d.C., Jesús entra en Jerusalén a lomos de una borriquita. Lunes Santo del año 2016. Una panda de borricas aguardan para descabalgar de sus propósitos a cualquiera que pretenda celebrar la pasión de Cristo desde la fe que profesa. Es la primera Semana Santa de la nueva política y tetas y capirotes conviven inexplicablemente en un discurso simplista con el que pretenden boicotear los actos religiosos desde la ignorancia y la chabacanería.
En pleno siglo XXI hemos dado un paso atrás y España ha dejado de ser ese país libre y aconfesional donde cada cual rezaba a quien le convenía sin que el de al lado se lo afeara. Ahora, o adoras chochos o está condenando tu libertad de credo. Y fíjense, que no me costaría aficionarme a ese culto si no fuera porque el descomunal tamaño de la vulva que pasean en parihuelas me da ganas de implorar como el del chiste: “a mi no, a mi no…”
Vaya por delante que soy agnóstico confeso y que estoy más cerca de apostatar que de convencerme de existencias superiores con independencia de la confesión que representan, pero algo muy gordo tiene que estar pasando cuando quienes enarbolan la democracia y la libertad como propias, son incapaces de respetar los actos y los pensamientos de sus vecinos y se dedican a ofenderlos de pensamiento -tuiteado eso sí-, de obra -camiseta en mano-, y de omisión, que ya puestos a jorobar al prójimo que mejor que tocarles el bolsillo equiparando el presupuesto municipal de la Semana Santa al del Ramadán o al del año nuevo chino. Otro intento de demostrar el poco apego consistorial por unas celebraciones que conllevan una ocupación hotelera cercana al 95%, y que se acompañan de un importante gasto en el comercio capitalino.
Pero al final, los unos y los otros se plantan en mitad de la misma calle y miran al mismo cielo en busca de la misma señal que les indique que no será una Semana Santa pasada por agua. Unos porque saben que la lluvia les arruinará la procesión y otros porque a nadie le apetece pasar las vacaciones debajo de un paraguas. A las únicas que no parece disgustarles el chaparrón es a las mamarrachas del T.E.T.A., que si se les moja el dichoso “coño insumiso” eso que se ahorran en Vaginesil.
Foto: ©Javier Jiméenz