“Yo no tengo éxito porque mi esposa se enfermó hace más de 15 años y eso se llevó mi dinero”.
“No salgo a trabajar porque está lloviendo y si salgo seguro me enfermo”.
“Yo no soy feliz porque mi pareja me fue infiel”.
“Yo no tengo mucho trabajo porque esta zona en la que vivo no es muy buena”.
“Es que no hay trabajo”.
“No soy exitoso porque no funcionó el negocio”.
“Es que yo soy así”.
“Yo no he conseguido trabajo porque tengo hijos”.
Excusas, excusas y más excusas…
A ver… ¿cuántas excusas dices al día?, ¿muy pocas?, ¿ninguna?
Si tu respuesta es algo como: “¿yo? Yo nunca digo excusas” o “yo digo muy pocas”. Esto se puede deber a dos razones: la primera, eres una persona que ha tomado responsabilidad de su ser, de su vida, y de lo que en ella ocurre (pero, ¿estás seguro?, ¿nunca dices alguna excusa?); la segunda se debe a que te las crees tanto que ni siquiera puedes reconocerlas.
Las excusas no son más que una forma de evadir nuestra realidad, de librarnos del compromiso que tenemos sobre nosotros mismos, de quitarnos la culpa por no poder hacer o cumplir con algún asunto, de sentirnos mejor con nosotros mismos, de autoconsolarnos diciendo: “tranquilo, no es tu culpa, es culpa de aquel”, de evitar molestarnos con nosotros mismos porque algo no salió como quería o esperaba.
Todo lo anterior se debe a que resulta muchísimo más fácil que lleves una vida en la que la culpa de lo que te pase siempre la tiene otro, o la tiene el entorno, pero nunca tú… y sí, es más fácil, pero mucho más peligroso.
¿Por qué es peligroso decir excusas? Porque al decirlas poco a poco nos vamos deslizando hacia un círculo vicioso, en el que tú quedas exento de cualquier culpa o responsabilidad, mientras que son otras personas, el entorno o ciertas circunstancias las que tienen la culpa de lo que haya sucedido. A su vez, este círculo vicioso nos afecta a cada uno y de forma personal, debido a que nos va acostumbrando a las excusas que decimos, a la posible compasión de otros, y a la creencia de que esas frases que afirmamos con tanta vehemencia son ciertas. El gran peligro de las excusas es que nos las creemos.
Puedes leer mil posts en internet sobre cómo no decir excusas, cómo evitarlas, y sobre qué debes hacer para no caer en ese círculo vicioso del que te hablo, sin embargo, JAMÁS podrás superar las excusas, jamás podrás dejar de creértelas, jamás podrás salir de ese círculo tóxico, si no aceptas primero que la responsabilidad y la posible culpa de lo que suceda en tu vida es completamente tuya.
Es momento de que hagas una introspección, que te revises, te analices, y te reconectes contigo mismo, que te transformes en una persona auténtica, real y con consciencia de lo que ocurre en su vida, tanto en ti mismo como ser humano, como en tu entorno.
La invitación es para que cada día puedas reconectarte más contigo mismo y que así puedas volverte más consciente de lo que haces, dices y piensas, de modo que puedas detectar las excusas que afirmas, y que así puedas preguntarte: ¿por qué estoy lanzándole la responsabilidad a otro de lo que solo yo tengo responsabilidad?, de esta forma podrás, poco a poco, asumir la responsabilidad que tienes contigo mismo y con tu vida, sin intentar achacársela a otra persona o alguna circunstancia.
Es hora de que tomes el control de lo que sucede en tu vida, y eso solo podrás hacerlo dejando las excusas a un lado.