Título: Criadas y señoras Autora: Kathryn Stockett Editorial: Maeva Año de publicación: 2009Páginas: 476ISBN: 9788492695102
Como ya sabéis, el pasado jueves 15 de septiembre tuve la suerte de ver la película Criadas y señoras. Y esa misma noche, al llegar a casa, comencé a leer el libro. Lo hice con muchas expectativas y con muchas ganas, pero también con miedo. No me gusta ver películas después de haber leído el libro porque casi siempre me decepcionan.
Nunca había cambiado el orden y había visto la película antes de leer el libro y creía que esta vez también podía llevarme una decepción. Pero no ha sido así. La película me encantó, me entusiasmó y me fascinó. Pensaba que si no era fiel al libro quizá la novela no me gustase tanto. O si, por el contrario, la adaptación había hecho justicia a la novela, ésta me aburriría y me resultaría repetitiva. Pero, por suerte, no ha ocurrido nada de eso. El libro me ha gustado tanto o más que la película. Ahora no sé con cuál de las dos obras quedarme, porque las dos me parecen preciosas, intensas, maravillosas e inolvidables. Así que no puedo hacer otra cosa más que recomendaros que leáis el libro y que a partir del 28 de octubre veáis la excelente adaptación porque los dos valen muchísimo la pena.
A pesar del título y de la portada, demasiado femeninos para mi gusto, ya que creo que pueden espantar a muchos hombres y privarles de disfrutar de una fantástica obra, en el interior nos encontramos con una historia dura, cruel, injusta, violenta, dolorosa pero, sobre todo, una historia de amistad, de amor, de superación, de lucha. Una historia que nos habla de racismo, de vejaciones, de malos tratos, de violencia, de muerte. Pero también de saltarse los límites y las barreras impuestas por la sociedad, de ser uno mismo, de creer en los sueños y luchar por ellos, por muy inalcanzables e imposibles que nos parezcan.
Skeeter Phelan es una joven de 22 años que acaba de terminar la universidad y vuelve a su casa en Jackson, Misisipi. Una localidad situada en el sur de Estados Unidos en la que, en el año en el que nos encontramos, 1962, la sociedad está dividida en dos grupos opuestos y alejados. Por un lado están las señoras. Pertenecen a familias blancas de clase alta. Sólo piensan en moda, en las apariencias, en el qué dirán y en organizar galas benéficas para ayudar a los pobres niños hambrientos de África. Son ricas, despreocupadas, poco inteligentes, superficiales y frívolas. Sus vidas están vacías e intentan llenarlas con partidas de bridge. Pero, por encima de todo, son hipócritas y falsas. Están llenas de prejuicios y son crueles. Especialmente con sus criadas negras.
Las criadas, por el contrario, son pobres y están dispuestas a humillarse con tal de ganar unos pocos dólares semanales con los que pagar las facturas y dar de comer a sus maridos y sus hijos. No les importa tener que utilizar un baño distinto al de sus señoras porque ellas creen que les pueden contagiar muchísimas enfermedades a cada cual más desagradable. Tampoco les importa tener que abandonar todo el día a sus hijos mientras cuidan de los bebés blancos a los que sus madres no hacen ni caso.
Pero eso es lo que piensan las señoras. Que no les importa. Porque, a nada que se hable un poco con ellas, se descubren sus verdaderos sentimientos, esos que esconden y ocultan tras su impecable uniforme blanco. Sus miedos, sus sueños, su forma de ver la vida, las cosas que les gustan y las que no.
Y eso es precisamente lo que hace Skeeter, hablar con Aibileen y con Minny, criadas de dos de sus amigas. Aibileen ha criado a 17 niños blancos, a todos los ha amado con locura, especialmente a la que cuida ahora, Pequeñita, Mae Moebly, la hija de Miss Elizabeth Leefolt, una de las dos mejores amigas de Skeeter. Tal vez para olvidarse de que su hijo murió en un terrible accidente laboral.
Minny Jackson es la mejor amiga de Aibileen y la mejor cocinera de Jackson. Sus deliciosas tartas son conocidas en todo Misisipi. Pero su mal carácter y el no saber morderse la lengua le impiden mantener sus empleos como criada el tiempo que a ella le gustaría. Necesita dinero para sus cinco hijos y para su marido, Leroy, que cuando no está trabajando sus dos turnos en la fábrica está emborrachándose para luego volver a casa violento y descargar su ira con Minny.
Por eso, tras un horrible incidente con Hilly Holbrook, comienza a trabajar en casa de Miss Celia Foote, una recién llegada a la ciudad que intenta por todos los medios ser aceptada en la Liga de Damas. Pero no encaja en ese ambiente. Es demasiado diferente. No es recatada ni sumisa. No tiene hijos, no sabe jugar al bridge y no está obsesionada con su cubertería de plata. Quiere formar parte de un mundo al que no pertenece.
Y lo mismo le ocurre a Skeeter. Su madre y sus amigas esperan de ella que se case pronto y dedique su vida a cuidar a su marido y sus hijos. Pero ella tiene otros planes. Quiere ser periodista y escritora. Fue educada y cuidada por una criada negra, Constantine, su única amiga de verdad. Por eso ahora nadie entiende que se interese por lo que piensan las criadas negras.
Las tres, Skeeter, Aibileen y Minny, tienen el mismo protagonismo en la novela y se reparten la narración de los capítulos. Así, conseguimos conocer y entender la misma realidad desde distintos puntos de vista. Las dos caras de la misma moneda. La blanca y la negra. La superior y la inferior. Las tres son muy diferentes, pero tienen muchas cosas en común. Quieren cambiar las cosas, quieren que los negros tengan los mismos derechos que los blancos y están dispuestas a llegar muy lejos para conseguirlo.
Quieren saltarse las barreras y los límites, que en el caso de Skeeter le imponen su propia madre y sus amigas y en el de Aibileen y Minny les marcan sus señoras, las propias amigas de Skeeter. Tal vez no sean amigas, pero sí tienen enemigos en común. Y eso une mucho. Tanto, que terminarán protagonizando una gran amistad.
Los personajes son de diez y lo mismo ocurre con la ambientación. Toda la historia, toda la novela es de diez. Se les coge muchísimo cariño a los personajes porque son cercanos. Porque lloran y ríen, sueñan y sufren, intentan ser felices y salir adelante, le pese a quien le pese. Por todo esto las casi 500 páginas de esta historia se me han hecho cortas y me ha dado mucha pena tener que separarme de Skeeter, Aibileen, Minny todos los demás y no saber qué les va a ocurrir a partir de ahora.
Otro aspecto que me ha gustado mucho es el importante papel que juegan en esta historia el periodismo y la literatura gracias al libro que preparan Skeeter y las criadas de la ciudad. Me he sentido muy identificada con Skeeter y he sentido compasión y por encima de todo cariño, mucho cariño, por Aibileen, Minny y Celia. Y he odiado con todas mis fuerzas a Elizabeth y, sobre todo, a Hilly.
Me han parecido unos personajes muy verosímiles y creíbles, muy auténticos y reales. A pesar de los enfrentamientos entre criadas y señoras no hay ningún tipo de maniqueísmo en la novela. Todos los personajes tienen su lado bueno y su lado malo, son capaces de lo mejor y de lo peor. Y si no, que le pregunten a Hilly por la tarta de chocolate de Minny.