En mi país la esclavitud se abolió –al menos en los papeles – en 1813. Cada vez que pienso en esa fecha, me viene a la memoria una imagen que ilustraba un libro de texto donde la patrona -o “dueña”, para ser más exactos- se abrazaba con su esclava festejando el momento. Por supuesto que ahora, muchos años después de ver esa imagen por primera vez, no la creo muy real. Había, por supuesto, muchos abolicionistas, pero la mayoría no lo era.
Los blancos del 1800 no estaban dispuestos a perder los beneficios que traía ser dueño de otros seres humanos (aunque ese no fuera el término que utilizaban para referirse a ellos).
La última vez que vino a mi mente esa imagen fue al comenzar a leer Criadas y señoras. Argentina o Estados Unidos, 1810 o 1950, las realidades eran similares, y los negros sufrían el escarnio de no ser considerados personas iguales a los blancos.
Todo comienza con la vuelta de Skeeter (la típica joven blanca de clase alta de los años ´50 en el sur de Estados Unidos) a la plantación de algodón donde vive junto a su familia. Estuvo estudiando en la
universidad y regresa para buscar su destino, su lugar como escritora, aunque su madre sólo quiere que encuentre un marido.
A su regreso, la relación con sus amigas de la adolescencia parece estar intacta, a pesar de que sus vidas son bien diferentes: sus amigas se han casado y han tenido hijos. Tienen un hogar, un marido, la verja blanca y el perro, todo aquello que anhela la madre de Skeeter para su hija.
Pero nuestra protagonista tiene otros planes, y en la casa de sus amigas viendo el trato –mal trato- que sufren las empleadas domésticas –negras- van regando una semilla de disconformismo, que brota con toda la fuerza cuando una de ellas decide llevar adelante una acción para construir baños para negros fuera de las casas, para que las empleadas no contagien a sus patrones raras enfermedades propias de una clase inferior.
Skeeter decide jugarse todo –todo lo que ella podía perder: amistades, posición social- para escribir la historia de las criadas, pero desde el punto de vista de ellas, cambiando el registro de los libros y las historias escritos hasta ese momento.
En esta cruzada tendrá como compañera inicial y fundamental a una criada llamada Abeleen, quien será quien la primera en terminar de abrirle los ojos a una realidad de la que ella veía una parte y sospechaba muchas otras, y quien también se jugará todo, en su caso nada menos que la vida. Luego de Abeleen se irán sumando otras mujeres para contar sus historias y así luchar, desde su lugar, para que todos tengan los mismos derechos sin importar su color de piel.
A escondidas, Skeeter y las criadas irán escribiendo las historias que se plasmarán en un libro que revolucionará la ciudad de Jackson, en Mississippi.
Lamentablemente, muchos murieron en esta lucha fuera de la ficción, y aún hoy podemos ver a nuestro alrededor la intolerancia hacia el otro, el que tenemos al lado, por sus ideas, religión o color de piel. Sé que suena utópico e incluso si se quiere nâif, pero sólo deseo que estas cosas queden solamente como historias literarias.