¿Te has detenido a pensar de dónde viene la mayoría de los 'choques' que podamos tener con nuestros hijos a lo largo de la crianza?
Creo que muchos de ellos pueden venir, simplemente a raíz de tener distintos puntos de vista, por ejemplo, el niño está en modo curioso-quiero-descubrir-el-mundo y nosotros estamos en modo acabo-de-recoger-la-casa-y-quiero-por-favorcito-que-se-quede-impecable-un-ratito.
¿Y qué podemos hacer para poder ver el mundo de la misma manera por un rato?
Para poder hablar un mismo idioma, comprender, conectar con nuestros hijos, y muchas veces, recuperar el equilibrio en situaciones difíciles, como lo pueden ser en ocasiones los berrinches, o rabietas de nuestros hijos, pocas cosas funcionan mejor que el ponernos físicamente a su nivel.
¿Recuerdas lo que sentías cuando siendo pequeñito tus padres te regañaban por algo?
Yo recuerdo claramente esa sensación en el cuello, aquella de mirar a los adultos desde abajo, mirándolos - evidentemente hacia arriba, con el cuello totalmente flexionado hacia atrás. ¿La recuerdas? Recuerdo también el día en que sobrepasé en estatura a mi mamá - no es que la haya sobrepasado en un día, jeje, sino que lo noté un día concreto - y la sensación de mirarla como igual (de tamaño ;o) o incluso un poquito hacia abajo.
Hubo una dinámica graciosa entre las dos, yo estaba en plena adolescencia y puse mis manos en mi cintura y le hablé en tono de regaño, a modo de broma, y luego nos echamos a reír las dos :)
Les cuento todo esto porque, tal y como les he comentado en mis artículos anteriores, creo que como adultos, no nos cuesta nada, y es una poderosísima herramienta de crianza respetuosa, la de agacharnos a la altura de nuestros hijos cuando hablemos con ellos. Tanto en sentido físico, realmente miramos desde su altura y podemos ver su mundo como lo ven ellos, como en sentido emocional/espiritual/energético, el simple hecho de ponernos a su altura reequilibra las cosas.
Algo que me ha servido en momentos de explosión mútua de estrés, tanto de mi hijo como mía, y simultáneas (todo un reto), ha sido el acostarme en el suelo (obviamente estábamos en casa). Ahí, en el suelo, se rompe todo: el llanto, la tensión, la verticalidad, para dar paso a otra relación, entre iguales, de empatía, de amor, y ¿por qué no? de horizontalidad. Mi hijo trepó encima de mí, y se puso él arriba.
Un poquito de equilibrio por favor - y se disolvió enseguida nuestro drama :)
¿Y ustedes? ¿Resuelven las situaciones problemáticas, o simplemente viven la vida desde la estatura de sus hijos? Cuéntenme :)
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