Me da la impresión de que uno de los
principales problemas de la crianza de los niños del siglo XXI, es
que nos encontramos en la sociedad de la imagen y del “parecer ser”
en lugar de “ser”. Un alto porcentaje de la sociedad fracasa en
su labor como padres debido a que se deja influir demasiado por el
entorno al que pertenece. Las personas somos seres vivos que dependen
de una sociedad para poder sobrevivir y por tanto, somos influidos
por el entorno al que pertenecemos desde el mismo momento en que
nacemos, hasta el momento de la defunción.
Quizás, en cualquier otro contexto
histórico, no debería tener tanta importancia el hecho de la
influencia ajena sobre los padres -salvo por los prejuicios,
creencias, ideales, etc.-, porque al fin y al cabo, los hijos podrían
aprender de sus padres y llegar a la adultez siendo responsables de
sí mismos y capaces de llevar adelante una vida propia y seguir el
ciclo de la vida convirtiéndose en nuevos padres que crían a nuevos
hijos.
El hecho de la influencia ha sido
importante y necesario durante la historia, cualquier persona adulta
podía tener autoridad sobre un niño, darle consejos, reprenderle o
incluso darle una bofetada en caso necesario. En el entorno donde el
niño se criaba abundaban las creencias, las normas de convivencias,
prejuicios y reglas similares para todos los integrantes, con lo
cual, si el niño era reprendido por su profesor de escuela, o por un
vecino, era muy probable que su propio padre también le hubiese
reprendido igual o más severamente por la misma acción.
En la actualidad, nos encontramos con
que seguimos siendo igual de humanos frente a la influencia social,
solo que las reglas del juego han cambiado. La sociedad se ha
diversificado y las costumbres de cada familia pertenece a las mismas
de un grupo que no tiene por qué vivir en el mismo barrio o incluso
en la misma ciudad, por lo tanto, ni vecinos, ni familiares, ni
profesores, médicos, ni demás personas que podrían tener
autoridad, tienen por qué tener las mismas ideas sobre la educación,
ideales o el bien y el mal, que los padres. Así que la educación y
autoridad que ejercían otras partes sobre un niño ha desaparecido,
por lo tanto y aceptando que los padres no pueden estar en todo
momento vigilando a sus hijos, es desfavorable para su educación
porque dispondrá de más momentos y lugares donde poder hacer lo que
le de la gana independientemente de que sea bueno o malo.
Por otra parte, la influencia que antes
ejercía el entorno incitaba a un padre a comportarse y criar a sus
hijos según el modelo del grupo -a pesar de los prejuicios,
limitaciones de la libertad...-, sin embargo, hoy día las
influencias le llegan de los medios de comunicación y la publicidad
enfocados salvajemente hacia el consumismo impulsivo y sin control.
Esta influencia ha impuesto en los padres la creencia de que los
hijos se lo merecen todo simplemente por el hecho de nacer y que para
ser buenos padres, hay que dárselo todo y más. Este ideal está
creando un serio problema que ya tiene sus consecuencias -véase los
casos de los “Ninis” y de programas como “Hermano mayor”-.
Además del ya mencionado problema,
nos encontramos que la sociedad actual está ensimismada y es más
egocéntrica que en ningún otro momento histórico. La importancia
del “parecer ser” en lugar de “ser como uno es” da lugar a
que se oculten verdades y problemas que requieren ayuda profesional.
Muchos padres son incapaces de ser buenos padres por la falta de
voluntad y la influencia a la que son sometidos, pero en lugar de
buscar ayuda pedagógica para mejorarse como padres y tutores, buscan
excusas de tipo “el niño es inquieto”, “llora por todo”, “es
caprichoso”, porque claro, “buscar ayuda pedagógica puede
ofrecer una imagen a la sociedad de que no se es lo suficientemente
buen padre, y que necesita que un profesional que le diga como criar
a su hijo”, o también destruir su propio ego y proyección propia
de ser buen padre. En lugar de ello, se puede no hacer nada y seguir
comprándole al hijo todo lo que quiera y no ofrecerle educación o
autoridad. Al igual ocurre con llevar al hijo a un psicólogo para
que le ayude a resolver sus problemas y a crecer con una mente sana,
en caso de que unos padres lo hicieran, la imagen para la sociedad es
la de que su hijo está loco o tiene serios problemas.
Lo peor de todo es que muchos padres
ni siquiera son conscientes del problema, crían y educan a sus hijos
como mejor creen que se debe hacer, sin cuestionar en ningún momento
si su modelo es correcto y sobre todo si es una manera eficaz.
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