Revista Diario

Criarse con animales

Por Belen
Criarse con animales Yo siempre he tenido animales cuando vivía con mis padres. Cuando mi madre se quedó embarazada, ya tenía un gato en casa. Yo nací y Pipo, que así se llamaba, perdió el trono de su hogar para dejarme paso. Estuvo en casa hasta que yo cumplí 6 años. Después de Pipo vinieron otros gatos, pájaros, patos, pollitos, hasta una perdiz. Y si no tuvimos más fue porque vivíamos en un piso. Porque si por mi padre hubiera sido no hubieran faltado perros, gallinas, y un largo etcétera. Desde niña me inculcaron el amor por los animales, me enseñaron a respetarlos, a quererlos, a convivir con ellos.
Mi marido tuvo más suerte que yo, él vivió su niñez en una casa, y sus padres también adoraban tener animales. Él tuvo la suerte de tener gatas y verlas parir a sus cachorros, tuvo perros, y no sé cuántos más.
Cuando nos casamos teníamos claro algo, queríamos animales. Como vivimos en un piso lo más cómodo eran gatos. Yo como soy muy gatuna, no me hago a la idea de no tenerlos, la verdad. Así que adoptamos a dos gatitas, hermanas, las recogimos de una asociación. Mis niñas, como yo las llamo, vinieron a casa con cinco semanas, cabían en la palma de mi mano. Casi 8 años después aquí siguen conmigo. Han estado conmigo en momentos difíciles, y lo creáis o no, me han ayudado y acompañado. Recuerdo cuando estaba embarazada de mi hijo y en reposo en la cama. Mis niñas no se separaban de mi, comían y venían corriendo a la cama conmigo. Así estuvieron varios meses. Se acurrucaban contra mi tripa ronroneando y mi peque debía oirlas desde dentro. A mi me relajaba muchísimo oirlas, y sentir su calorcito a mi lado.
Cuando me quedé embarazada tuve que soportar las típicas charlitas de "¿y ahora que vas a hacer con los gatos?". Me daban ganas de ser una borde y contestar algo así como "pues las despellejaré y haré un guisote para toda la familia". Por favor, pues que iba a hacer, nada. Seguir con mi vida, sin más. Mi niño nació y cuando vine a casa puse el cuco en la cama, ellas subieron, le olieron de lejos y me miraron, yo creo que me decían algo así como "pero si esto es lo que llevabas en la barriga, huele igual". Nunca hubo conflictos, miedos, ni nada. Mis gatas respetaron siempre al peque, y mi hijo aprendió a respetarlas desde muy pequeñito.
Luego se me ocurrió adoptar a otra pequeña leona este verano, la recogí de un jardín, tenía un mes. Y aunque a veces me vuelve loca... a veces no, muchas veces. Creo que ha sido de las mejores cosas que le han sucedido a mi hijo porque la adora. Mejor dicho se adoran. Es una animal divino, encantadora, cariñosa, sumisa, algo trasto, pero claro aún es un bebé.
Creo que incorporar animales en la vida de los niños les enriquece muchísimo, aprenden que se puede "querer" de otra manera, aprenden respeto, lealtad, aprenden a cuidar de alguien que depende de ellos. Mi hijo ya viene conmigo a comprar el pienso de las gatitas, se preocupa mucho por ellas, las da su Malta (preparado que se les da a los gatos para ayudarles con las bolas de pelo que se crean en el estómago), las cepilla. Sabe que debemos cuidar de ellas, y él se preocupa de sus cosas.


Es cierto que los animales dan trabajo, doy fe, que a veces es complicado cuando llega la época estival, o si quieres hacer una escapada de unos días. Pero la verdad, es que merece la pena tenerlos. Y estoy contenta de que mi hijo se crie con las gatas, aprende de ellas, las quiere.
Los animales nos dan mucho. ¿Conocéis las terapias realizadas con perros?. Hay terapias para personas mayores con demencias, para niños con discapacidades mentales, autismo. Yo he visto y seguido una terapia que se hacía para personas con Alzheimer. Se utilizaban perros de la raza Boxer. De esto prometo hablar con más calma.


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