Revista Cultura y Ocio

Criatura, alma de dios, muérete

Publicado el 07 mayo 2015 por Icastico

Niña. 10 años. 1,39 de estatura. 34 kilos. Violada y embarazada de 5 meses por su padrastro, fugado. Padre biológico, ausente. Madre, encarcelada por el estado, criminalizada tras denunciar los manoseos cuatro veces, llevarla al médico y reclamar la interrupción del embarazo. Forzada la chiquilla a dar a luz. Lo apoya el ministro de sanidad, que es “otro” médico, y una jueza, que es “otra” mujer. La iglesia, encantada con la nueva vida, todos los Conservadores en Acción (no es una ONG) lo están. Esta es la ficha de la estulticia, del fanatismo sísmico que entierra vidas como los terremotos. Los talibanes de Dios.

700 niñas de entre 10 y 14 años dieron a luz en Paraguay el pasado año, la mayoría víctimas de violaciones. Ninguna abortó, ¡enhorabuena, Santa Madre Iglesia!, ahí tienen sus viditas, que valen más que cualquier vida. Esa es su cantera, futuras promesas para repetir la historia, a costa de padecer el horror. Ustedes a lo suyo, no se quiten la sotana mental. Es que “Nuestra Constitución protege la vida desde la concepción”. Pero a la misma Constitución le importa un carajo lo que pase luego con ella, y otro carajo si el padre es de estirpe brutal. La presión internacional no vale de nada, no vale para proteger a una niña indefensa, no vale pertenecer a la Comunidad Internacional ni ser miembro de la ONU, OEA, UNASUR y MERCOSUR. Quizás tuviera más suerte si la campaña la hiciera Coca Cola.

Imagino a esa cría enterrada bajo los escombros de cualquier terremoto, la alegría (y las imágenes del triunfo de la vida) por hallarla a salvo tras seis días sepultada…para devolverla de nuevo a otra agonía. No era tu hora, hija mía, tu destino, tu suerte está en las garras del fervor, ejercido por obsesos de embriones y cigotos. Tu fortuna no la marca la naturaleza sino la estupidez. Hay tantos frentes abiertos que mientras se atiende a uno muere gente a paladas en otro, vamos de aquí para allá, desnortados por el cúmulo de despropósitos. ¡Muerte a los inocentes, larga vida a los talibanes!

Qué poca empatía, señor ministro, señora jueza, señores curas, ¡qué poco todo!, les deseo con vehemencia que pasen por un trance similar aunque los últimos a buen seguro no saben dónde están las hijas que ha engendrado más de uno, ni les importa su deceso, que es el fin de una testigo incómoda. Es la única forma, que en vuestras carnes aprendáis la lección para que aflore la razón, como la persona a la que la adversidad cita con una muerte cierta e in extremis la engaña, dando un giro radical a su “nueva” existencia, cambiando para la humanidad, humanamente.


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